domingo, 7 de diciembre de 2014

Gene Sharp: "De la Dictadura a la Democracia"

De la Dictadura a la Democracia

Un Sistema Conceptual para la Liberación

El libro de Gene Sharp es clave para el entendimiento de la lucha no violenta
De la
Dictadura a la
Democracia

Un Sistema Conceptual para la Liberación

Por Gene Sharp

Traducción al Español por Caridad Inda

La Institución Albert Einstein

Todo el material que aparece en esta publicación es del dominio público y se puede reproducir sin el permiso de Gene Sharp.

Se agradece mención de la fuente.

Primera impresión, diciembre 2003

Segunda impresión, diciembre 2011

De la Dictadura a la Democracia se publicó primero en Bangkok en 1993 por el Comité para la Restauración de la Democracia en Birmania conjuntamente con Khit Pyaing (El Periódico de la Nueva Era). Desde entonces se ha traducido a más de ocho idiomas y se ha publicado en Serbia, Indonesia y Tailandia, entre otros países.

Impreso en los Estados Unidos de América

Impreso en papel reciclado.

The Albert Einstein Institution

36 Cottage Street

East Boston, MA 02128, USA
Tel: USA + 617-247-4882
Fax: USA + 617-247-4035
E-mail: einstein@igc.org
Web site: www.aeinstein.org
ISBN 1-880813-13-0
Gene Sharp
Contenido

Prefacio

Uno

Enfrentando la Realidad de las Dictaduras
Un problema que continúa 
¿A la libertad mediante la violencia? 
¿Golpes de estado, elecciones, salvadores del extranjero? 
Encarando la dura verdad 

Dos

Los Peligros de las Negociaciones 
Ventajas y limitaciones de las negociaciones 
¿Rendición negociada? 
El poder y la justicia en las negociaciones 
Dictadores “agradables” 
¿Qué clase de paz? 
Razones para la esperanza 

Tres

¿De Dónde Viene el Poder? 17
La fábula del “Amo de los Monos” 17
Los recursos que necesita el poder político 18
Centros del poder democrático 22

Cuatro

Las Dictaduras Tienen Puntos Débiles
Identificando el “talón de Aquiles” 
Puntos débiles de las dictaduras 
Atacando las debilidades de las dictaduras 

Cinco

Ejerciendo el Poder 
La dinámica de la lucha no violenta 
Las armas y la disciplina no violentas 
Franqueza, clandestinidad y comportamiento intachable 
Cambios en las relaciones de poder 
Cuatro mecanismos del cambio 
Efectos democratizadores del desafío político 
La complejidad de la lucha no violenta 

Seis

Necesidad de la Planificación Estratégica 
Planificación realista 
Obstáculos a la planificación 
Cuatro términos importantes en la planificación estratégica 

Siete

Planificando la Estrategia 
Escogiendo los medios 
Planificando para la democracia 
Ayuda del exterior 
Formulando una gran estrategia 
Planificando las estrategias de campaña 
Difundiendo la idea de la no cooperación 
La represión y las contramedidas 
Adhiriéndose al plan estratégico 

Ocho
Aplicando el Desafío Político 
Resistencia selectiva 
El reto simbólico 
Distribuyendo la responsabilidad 
Apuntando hacia el poder de los dictadores 
Cambios en la estrategia 

Nueve

Desintegrando la Dictadura 
La escalada de la libertad 
Desintegrando la dictadura 
Manejando el triunfo responsablemente 

Diez

Trabajo Preliminar para una Democracia Duradera 
Amenaza de una nueva dictadura 
Cerrándoles el paso a los golpes de estado 
Redactando una constitución 
Una política democrática de defensa 
Una responsabilidad meritoria 

Apéndice

Los métodos de la acción no violenta 
Unas Palabras Acerca de Traducciones y Reimpresiones de esta Publicación 

Prefacio
Una de mis mayores inquietudes durante muchos años ha sido cómo podría la gente evitar que una dictadura se estableciera y cómo destruirla. Esto se ha nutrido en parte por la convicción de que los seres humanos no deben ser ni dominados ni destruidos por semejantes regímenes. Esta creencia se ha fortalecido con lecturas sobre la importancia de la libertad humana y la naturaleza de las dictaduras (desde Aristóteles hasta los analistas del totalitarismo) y la historia de las dictaduras (especialmente en los sistemas nazi y comunista).

A través de los años, he tenido la oportunidad de conocer personas que vivieron y padecieron bajo el régimen nazi, algunos inclusive que sobrevivieron los campos de concentración. En Noruega, encontré algunos que habían trabajado en la resistencia al régimen fascista y que habían sobrevivido, y oí hablar de los que habían perecido. Hablé con judíos que se habían escapado de las garras de los nazis y con personas que habían ayudado a éstos a salvarse.

Sobre el terror en los regímenes comunistas de los diversos países he sabido más por libros que por contactos personales. El terror en estos sistemas me ha parecido más agudo, ya que estos regímenes se impusieron en nombre de liberación de la opresión y de la explotación.

En décadas más recientes, la realidad acerca de las dictaduras de hoy se me ha hecho más patente por la visita de personas que vienen de países gobernados por dictaduras, tales como Panamá, Polonia, Chile, el Tíbet o Birmania. De los tibetanos que pelearon contra la agresión del régimen comunista chino, de los rusos que en agosto de 1991 le cerraron el paso al golpe de estado de línea dura, o de los trabajadores tailandeses que con prácticas no violentas impidieron el retorno del régimen militar, he ido adquiriendo puntos de vista perturbadores sobre la pérfida naturaleza de las dictaduras.

Mi sentimiento de tribulación y ultraje frente a la bestialidad impuesta, así como mi admiración ante el sereno heroísmo de hombres y mujeres increíblemente valientes, a veces se fortaleció cuando visité lugares donde el peligro aún era muy grande y, a pesar de ello, el valor de la gente se empeñaba en desafiarlo. Esto ocurría en el Panamá de Noriega, en Vilnius, Lituania, bajo la continua represión soviética; en Beijing, en la plaza de Tiananmen, tanto durante la manifestación festiva por la libertad como cuando los transportes del primer contingente armado entraron en la noche fatal; y en los cuarteles de la oposición democrática, en Manerplaw, en la “Birmania liberada”.

En ocasiones visité el lugar de los caídos, tales como la torre de televisión y el cementerio de Vilnius, el parque público en Riga donde la población había sido ametrallada, el centro de Ferrara, al norte de Italia, donde los fascistas pararon en fila a los de la resistencia y los fusilaron, y hasta un sencillo cementerio en Manerplaw repleto de cadáveres de los que habían muerto aún demasiado jóvenes. Es triste advertir cómo cada dictadura deja tras de sí una larga secuela de muerte y destrucción.

De estas experiencias y consideraciones me fue creciendo una esperanza muy firme de que sí podía impedirse el establecimiento de las dictaduras, que se podía llevar a cabo una lucha victoriosa contra ellas sin provocar una carnicería masiva, que sí se podían destruir las dictaduras y evitar que surgieran otras nuevas de sus propias cenizas.

He tratado de pensar minuciosamente acerca de los métodos más efectivos para desintegrarlas con éxito y con el menor costo posible en vidas y sufrimientos. Para ello he repasado mis estudios de muchos años sobre las dictaduras, los movimientos de resistencia, las revoluciones, el pensamiento político, los sistemas de gobierno y, especialmente, sobre la auténtica lucha no violenta.

El resultado de todo eso es esta publicación. Estoy seguro que dista mucho de ser perfecta. Pero quizás ofrece alguna orientación que apoye tanto el pensamiento como la planificación tendientes a producir movimientos de liberación que resulten más poderosos y eficaces de lo que serían de haber sido otro el caso.

Tanto por necesidad como por opción libre, este ensayo enfoca el problema genérico de cómo destruir una dictadura y cómo impedir el surgimiento de una nueva. No puedo realizar un análisis detallado y dar una recomendación precisa en cuanto a un país determinado.

Sin embargo, espero que este análisis genérico sea útil a los pueblos que, desafortunadamente, todavía en demasiados lugares tienen que enfrentarse con las realidades de un régimen dictatorial.

Necesitarán examinar la validez de este texto en cuanto a su situación específica y determinar hasta qué punto las principales recomendaciones son aplicables, o si puede hacerse que lo sean, para su lucha de liberación.

He incurrido en varias deudas de gratitud durante la redacción de este ensayo. Bruce Jenkins, mi ayudante especial, ha hecho una contribución inestimable al identificar los problemas en cuanto a su contenido y presentación, y, mediante sus agudas sugerencias, en cuanto a una exposición más clara y rigurosa de las ideas más difíciles (en especial en lo tocante a estrategia), a la reorganización estructural del texto y al mejoramiento de la edición. Estoy también muy agradecido a Stephen Cody por su asistencia editorial. El Dr. Christopher Kruegler y el Sr. Robert Helvey me brindaron su importante crítica y consejo. Las Dras. Hazel McFerson y Patricia Parkman me suministraron información sobre las luchas en Africa y América Latina respectivamente. Aunque este trabajo se ha beneficiado por un tan noble y generoso apoyo, únicamente yo soy responsable del análisis y las conclusiones que contiene.

En ningún lugar de este trabajo asumo que el desafío contra los dictadores será una empresa fácil y poco costosa. Todas las formas de lucha tienen sus complicaciones y costos. El combate contra los dictadores por supuesto causará bajas. Sin embargo, espero que este análisis estimulará a los líderes de la resistencia a considerar estrategias que puedan incrementar su poder efectivo y al mismo tiempo reducir el nivel relativo de bajas.

Tampoco se interprete este análisis como que cuando se acabe con una dictadura específica todos los demás problemas habrán desaparecido. La caída de un régimen no trae por consecuencia una utopía. Más bien abre el camino a un trabajo ingente y a esfuerzos denodados a fin de construir unas relaciones políticas, económicas y sociales más justas y erradicar otras formas de injusticia y opresión.

Es mi esperanza que este breve examen de cómo puede desintegrarse una dictadura sea útil en cualquier lugar donde la gente vive dominada y desea ser libre.

Gene Sharp
6 de octubre de 1993

The Albert Einstein Institution
36 Cottage Street
East Boston, Massachusetts, 02128
USA

Uno
Enfrentando la Realidad de las Dictaduras
En años recientes, diversas dictaduras—de origen tanto interno como externo—han caído o se han tambaleado cuando se les ha enfrentado una población desafiante y movilizada. Aunque a menudo se las ve como firmemente afianzadas e inexpugnables, algunas de estas dictaduras demostraron ser incapaces de soportar el desafío concertado del pueblo en lo político, lo económico y lo social.

A partir de 1980, las dictaduras han caído ante un desafío predominantemente no violento del pueblo en Estonia, Latvia y Lituania, Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia y Eslovenia,
Madagascar, Mali, Bolivia y las Filipinas. La resistencia no violenta ha hecho avanzar el movimiento por la democratización en Nepal, Zambia, Corea del Sur, Chile, Argentina, Haití, Brasil, Uruguay, Malawi, Tailandia, Bulgaria, Hungría, Zaire, Nigeria y en varias partes de la antigua Unión Soviética (llegando a jugar un papel significativo en la derrota del intento de golpe de estado de línea dura de agosto de 1991).

Más aún, el desafío político masivo1 se ha hecho presente en China, Birmania y el Tíbet en años recientes. Aun cuando estas luchas no han destruido a las dictaduras ni le han puesto fin a la ocupación territorial impuesta, sí han puesto al descubierto ante la comunidad mundial la naturaleza brutal de esos regímenes represivos, y han aportado a la población una valiosa experiencia en cuanto a esta forma de lucha.

1El término “desafío político masivo”, que se usa en este contexto, lo introdujo Roberto Helvey. El “desafío político” es una confrontación no violenta (protesta, no colaboración e intervención) que se lleva a cabo de manera desafiante y activa, con fines políticos. El término se originó en respuesta a la confusión y distorsión creadas cuando se daban por iguales la ‘lucha no violenta’ con el “pacifismo” o la ‘no violencia reIigiosa’. La palabra “desafío” denota una deliberada provocación a la autoridad mediante la desobediencia, y no deja lugar para la sumisión. El término ‘desafío político’ describe el entorno en el cual se emplea la acción (político), así como el objetivo (eI poder político). Se usa principalmente para describir la acción realizada por la población para retomar de manos de la dictadura el control de las instituciones gubernamentales mediante el constante ataque a las fuentes de poder y el uso deliberado de la planificación estratégica y de las operaciones para alcanzarlo. En este sentido, “desafío político”, “resistencia no violenta” y “lucha no violenta” se usarán aquí como sinónimos intercambiables, aunque los dos últimos términos, por lo general, se refieren a las luchas que persiguen una gama más amplia de objetivos (sociales, económicos, sicológicos, etc.).

El derrumbamiento de las dictaduras en los países antes mencionados ciertamente no erradicó todos los problemas de esas sociedades—pobreza, criminalidad, ineficiencia burocrática, destrucción del medio ambiente—que han sido frecuentemente la herencia de aquellos regímenes brutales. No obstante, la caída de esas dictaduras ha reducido, aunque poquísimo, mucho del sufrimiento de las víctimas de la opresión, y ha abierto el camino para la reconstrucción de esas sociedades con una mayor democracia política, más libertades personales y justicia social.

Un problema que continúa

Ha habido, en verdad, una tendencia hacia una mayor democratización y libertad en el mundo durante las últimas décadas.

Según “Freedom House”, que compila un expediente anual sobre el estatus de los derechos políticos y las libertades civiles, el número de países en todo el mundo clasificados “libres” ha crecido de manera significativa en los últimos diez años.2

Año
Libres
Parcialmente Libres
No Libres

1983
55
76
64
1993
75
73
38
2003
89
55
48
2009
89
62
42

Sin embargo, esta tendencia positiva se halla atenuada porque hay un gran número de pueblos que aún viven bajo condiciones de tiranía. Hasta enero de 1993, el 31% de la población del mundo, de 5.45 billones, vivía en países y territorios calificados como “no libres”3; esto es, en lugares donde los derechos políticos y las libertades civiles están en extremo restringidos. Los 38 países y 12 territorios incluidos en la categoría de “no libres” están gobernados por una serie de dictaduras militares (como en Birmania y el Sudán), monarquías tradicionales represivas (como Arabia Saudita y Bhután), por regímenes de partido único dominante (como China, Iraq y Corea del Norte), bajo una ocupación extranjera (como Tíbet o Timor Oriental), o en un estado de transición.

2 Freedom House, Freedom in the World: The Annual Survey of Political Rights and Civil Liberties, 1992-1993, www.freedomhouse.org (La Libertad en el Mundo: un informe anual sobre los derechos políticos y las libertades civiles,1992-1993), p. 66 (Las cifras de 1993 son hasta enero del mismo). Ver páginas 79-80 para una descripción de las categorías “libre”, “parcialmente libre” y “no libre” de Freedom House. 3 Freedom House, Freedom in the World, (La Libertad en el Mundo), p. 4.

Muchos países se hallan hoy en un estado de cambio rápido en lo económico, político y social. Aunque el número de países “libres” ha aumentado en los últimos diez años, existe un gran riesgo de que muchas naciones, al enfrentar cambios fundamentales tan rápidamente, se desplazarán en dirección opuesta, y acabarán experimentando nuevas formas de dictadura. Las camarillas militares, los individuos más ambiciosos, los funcionarios electos y los partidos políticos doctrinales, repetidamente buscarán cómo imponerse. Los golpes de estado seguirán estando a la orden del día.

Los derechos humanos y políticos básicos les serán negados a un gran número de personas. Desafortunadamente, el pasado aún está con nosotros. El problema de las dictaduras es profundo. En muchos países el pueblo ha vivido experiencias de décadas y hasta siglos de opresión, ora doméstica ora de origen extranjero. Con frecuencia se les ha inculcado insistentemente la sumisión incondicional a las figuras y gobernantes que detentan la autoridad. En casos extremos, las instituciones sociales, económicas, políticas y hasta religiosas de la sociedad—aquellas fuera del control estatal—han sido deliberadamente debilitadas, subordinadas o aún reemplazadas por otras nuevas, y regimentadas. El estado o el partido dominante las usa para dominar a la sociedad. A menudo la población ha sido atomizada (convertida en una masa de individuos aislados), incapaces de trabajar juntos para conseguir su libertad, de confiar los unos en los otros y hasta de hacer algo por su propia iniciativa.

El resultado es predecible: la población se ha vuelto débil, carece de confianza en sí misma y es incapaz de ofrecer resistencia alguna. Las personas por lo general están demasiado asustadas para compartir su odio por la dictadura y su hambre de libertad ni aún con su familia y amigos. Están, con frecuencia, demasiado aterrorizadas para pensar en serio en la resistencia popular. De cualquier manera, ¿de qué iba a servir? En vez de esto asumen el sufrimiento sin objetivo y un futuro sin esperanza.

Las condiciones bajo las dictaduras contemporáneas pueden ser peores que antes. En el pasado, algunas personas pueden haber tratado de resistir. Quizá hubo breves manifestaciones y protestas masivas. Quizá los ánimos se levantaron temporalmente. En otras ocasiones, individuos y pequeños grupos pueden haber hecho valientes pero impotentes demostraciones, afirmando algún principio o simplemente su desafío. Por muy nobles que hayan sido los motivos, estos actos de resistencia pasados frecuentemente han sido insuficientes para vencer el miedo de la gente y su habitual obediencia, condición esencial para destruir una dictadura. Esas acciones, lamentablemente, pueden en cambio haber causado solamente más sufrimiento y muerte, no una victoria, ni aún una esperanza.

¿A la libertad por la violencia?

¿Qué ha de hacerse en semejantes circunstancias? Las posibilidades más evidentes parecen inútiles. Los dictadores generalmente hacen caso omiso de las barreras constitucionales y legales, las decisiones judiciales y la opinión pública. Reaccionando a las brutalidades, la tortura, las desapariciones, las muertes, se entiende que todo esto ha hecho pensar al pueblo que sólo por la violencia se puede acabar con una dictadura. Las airadas víctimas a veces se han organizado para combatir a los brutales dictadores, con el poco poder militar y violencia que hayan podido reunir, y a pesar de tenerlo todo en contra. Esta gente, por lo general, ha peleado valientemente, pagando un alto precio en sufrimientos y vidas. Sus logros a veces han sido considerables, pero casi nunca han obtenido la libertad.

Las rebeliones violentas desencadenan violentas represiones que con frecuencia dejan a la población más indefensa que antes.

Sin embargo, cualesquiera que sean los méritos de la opción por la violencia, un punto está claro. Al depositar la confianza en los medios violentos, se ha escogido precisamente el modo de lucha en el cual los opresores casi siempre tienen la superioridad. Los dictadores pueden aplicar la violencia irresistiblemente. No importa cuánto más o cuánto menos estos demócratas puedan aguantar, a fin de cuentas uno generalmente no se puede escapar de las duras realidades militares.

Los dictadores casi siempre disponen de la superioridad militar, en cuanto a calidad de armamentos, pertrechos, transportes y tamaño de las fuerzas armadas. A pesar de su valentía, los demócratas no pueden emparejárseles (casi) nunca. Cuando se reconoce que la rebelión militar no es viable, algunos disidentes se inclinan por la guerra de guerrillas. No obstante, sólo muy raramente, si es que alguna vez, la guerra de guerrillas beneficia a la población oprimida o le abre paso a una democracia. La guerra de guerrillas no es ninguna solución evidente, especialmente por la inmensa cantidad de bajas que suelen producirse entre la gente. Esta técnica de lucha no ofrece ninguna garantía frente a la posibilidad del fracaso, a pesar de apoyarse en la teoría y el análisis estratégicos, y de que a veces recibe respaldo internacional. Las luchas guerrilleras por lo general duran mucho. Con frecuencia el gobierno en el poder reubica a la población, con la secuela de inmensos sufrimientos humanos y trastorno social que esto conlleva. Aun cuando resulte victoriosa, la lucha de guerrillas tiene, a largo plazo, considerables consecuencias negativas en lo estructural.

De entrada, el régimen atacado se hace más dictatorial como resultado de sus contramedidas. Si en definitiva gana la guerrilla, el nuevo régimen que de ella provenga es con frecuencia más dictatorial que el anterior, debido al impacto centralizador de las fuerzas militares al expandirse, y por el debilitamiento o la destrucción durante la lucha de los grupos e instituciones independientes de la sociedad— cuerpos éstos que son vitales para establecer y mantener después una sociedad democrática. Los que se opongan a las dictaduras deben buscar otra opción.

¿Golpes de estado, elecciones, salvadores extranjeros?
Un golpe militar contra una dictadura puede parecer, relativamente hablando, una de las maneras más rápidas y fáciles de quitarse de encima un régimen particularmente repugnante. Sin embargo, existen serios problemas con respecto a esta técnica. Lo más importante es que deja intacta la distribución negativa del poder entre la población y la élite de control del gobierno y sus fuerzas armadas.

Lo más probable es que la supresión de personas o camarillas de las posiciones del gobierno, dé pie para que otro grupo semejante ocupe su lugar. Teóricamente este grupo puede ser menos duro en su comportamiento, y más dispuesto a abrirse de manera limitada a las reformas democráticas. Sin embargo, el caso opuesto es lo más probable.

Después de consolidar su posición, la nueva camarilla puede resultar más despiadada y más ambiciosa que la anterior. Por lo tanto, la nueva camarilla—sobre la que quizá se habían fincado las esperanzas—podrá hacer lo que quiera sin preocuparse de la democracia o los derechos humanos. Esta no es una respuesta satisfactoria al problema de la dictadura.

Bajo una dictadura las elecciones no se pueden usar como instrumento para un cambio político significativo. Algunos regímenes dictatoriales, tales como los del antiguo bloque oriental dominado por la Unión Soviética, simularon elecciones sólo con el propósito de aparentar ser democráticos. Pero estas elecciones eran simples plebiscitos rigurosamente controlados, para obtener la aprobación pública de los candidatos escogidos por los dictadores.

Éstos, de cuando en cuando, debido a la presión a que están sometidos, podrían tal vez aceptar nuevas elecciones, pero éstas estarían manipuladas para colocar marionetas civiles en los puestos de gobierno. Si a los candidatos de la oposición se les hubiera permitido concurrir a las elecciones, y hubieran sido electos como ocurrió en Birmania en 1990, o en Nigeria en 1993, los resultados habrían sido simplemente ignorados y los supuestos “vencedores” habrían estado sujetos a intimidación, arrestados o hasta ejecutados.

Los dictadores no están interesados en unas elecciones que puedan apartarlos de su trono.

Muchas personas que actualmente están padeciendo bajo una dictadura, o que han tenido que exilarse para escapar de sus garras, no creen que los oprimidos puedan liberarse por sí mismos.

Ellos no esperan que su pueblo pueda ser liberado sino por la acción de otros. Ponen su confianza en las fuerzas extranjeras. Creen que sólo una ayuda internacional puede ser lo bastante fuerte como para derribar a los dictadores.

Esa visión de que los oprimidos son incapaces de actuar eficazmente es algunas veces correcta por tiempo limitado. Como hemos apuntado, con frecuencia la población sometida no quiere la lucha, y está temporalmente incapacitada para ella, porque no tiene confianza en su propia capacidad de enfrentar la dictadura feroz, y no ve una manera razonable de salvarse por su propio esfuerzo. En consecuencia, no es extraño que confíe sus esperanzas de liberación a la acción de otros. Las fuerzas externas pueden ser: la “opinión pública”, las Naciones Unidas, un país en particular o sanciones internacionales económicas y políticas.

Una situación así puede parecer consoladora, pero existen graves problemas en cuanto a la confianza depositada en un salvador foráneo. Esa confianza puede estar puesta en un factor totalmente errado. Por lo general, no van a llegar salvadores extranjeros. Si interviene otro estado, probablemente no deba confiarse en él.

Hay unas cuantas ásperas realidades con respecto a esa confianza en la intervención extranjera que habría que destacar aquí.

• Con frecuencia los estados extranjeros tolerarán, o ayudarán inclusive, a la dictadura a fin de avanzar sus propios intereses económicos o políticos.

• Los estados extranjeros podrían estar dispuestos a vender al pueblo oprimido a cambio de otros objetivos, en lugar de mantener las promesas que le hicieran de ayudarlo en su liberación.

• Algunos estados extranjeros actuarán contra la dictadura, pero sólo a fin de ganar para sí mismos el control económico, político y militar del país.

• Los estados extranjeros podrían involucrarse activamente para fines positivos sólo cuando hubiere un movimiento interno que ya haya comenzado a sacudir la dictadura y logrado que la atención internacional se enfoque sobre la índole brutal del gobierno.

Por lo general, la causa principal que explica la existencia de las dictaduras es la distribución interna del poder que existe en el país.

La población y la sociedad son demasiado débiles para causarle un problema a la dictadura; la riqueza y el poder están concentrados en muy pocas manos. Aunque las acciones internacionales pueden beneficiar, o de alguna manera debilitar a las dictaduras, la continuación de éstas depende primordialmente de factores internos.

Sin embargo, las presiones internacionales pueden ser muy útiles cuando apoyan un poderoso movimiento de resistencia interna. Entonces, por ejemplo, el boicot económico internacional, los embargos, la ruptura de relaciones diplomáticas, la expulsión del gobierno de organizaciones internacionales, la condena del mismo por alguno de los cuerpos de las Naciones Unidas y otros pasos semejantes, pueden contribuir grandemente. A pesar de todo, si no existe un fuerte movimiento de resistencia interna, tales acciones por parte de otros es poco probable que se den.

Encarando la dura verdad

La conclusión es dura. Cuando se quiere echar abajo una dictadura con la mayor efectividad y al menor costo, hay que emprender estas cuatro tareas:

• Se debe fortalecer a la población oprimida en su determinación de luchar, en la confianza en sí misma y en sus aptitudes para resistir;

• Se debe fortalecer a los grupos sociales e instituciones independientes del pueblo oprimido;

• Se debe crear una poderosa fuerza de resistencia interna; y

• Se debe desarrollar un amplio y concienzudo plan estratégico global para la liberación, y ejecutarlo con destreza.

Una lucha de liberación es un tiempo en que el grupo que lucha adquiere confianza en sí mismo y se fortalece internamente. Charles Stewart Parnell, durante la campaña de huelga de los rentatarios en Irlanda, 1879—1880, dijo:

No vale la pena confiar en el gobierno... Debéis confiar sólo en vuestra propia determinación... Ayudaos a vosotros mismos apoyándoos los unos a los otros… Fortaleced a los más débiles de entre vosotros... Agrupaos y organizaos... y ganaréis...

Cuando hayáis madurado las condiciones para que este asunto se resuelva, entonces—y nunca antes de ese momento—se resolverá.4

Confrontada con una fuerza firme y confiada en sí misma, con una estrategia concienzuda y de genuina solidez, la dictadura eventualmente se desmoronará. Estos cuatro requisitos tendrán que ser de algún modo satisfechos siquiera en un mínimo nivel.

Como lo indican estos argumentos, el liberarse de las dictaduras, en última instancia, depende de la capacidad que la gente tenga de liberarse a sí misma. Los casos antes mencionados en que el desafío político—o la lucha no violenta con fines políticos—ha tenido éxito, sugieren que sí existen los medios para que la población se libere a sí misma, pero esta opción no se ha ejercido plenamente. Examinaremos en detalle esta alternativa en los próximos capítulos. Pero antes debemos contemplar el tema de las negociaciones como medio para desmantelar las dictaduras.

4 Patrick Sarsfield O’Hegarty, A History of Ireland Under the Union, 1880-1922 (Una Historia de Irlanda Bajo la Unión, 1880-1922) London: Methuen, 1952), pp. 490-491.


Dos
Los Peligros de las Negociaciones
Algunas personas, cuando tienen que enfrentarse a los severos problemas de combatir una dictadura, se echan para atrás, y caen en una sumisión pasiva (como lo vimos en el Capítulo Uno). Otras, como no ven posibilidad alguna de alcanzar la democracia, pueden llegar a la conclusión de que deben buscar un arreglo con la dictadura, con la esperanza de que mediante la “conciliación”, el “compromiso” y las “negociaciones”, podrán atraer a algunos elementos positivos y acabar con las brutalidades. Superficialmente, por carencia de opciones más realistas, esta manera de pensar es atrayente.

Una pelea seria contra las dictaduras brutales no es una perspectiva agradable. ¿Por qué hay que recorrer ese camino? ¿No pueden todos ser razonables y encontrar maneras de hablar, de negociar la forma de terminar gradualmente con la dictadura? ¿No pueden los demócratas apelar al sentido común y de humanidad de los dictadores, y convencerlos de que deben reducir su dominio poco a poco, y quizás finalmente ceder por completo para que se establezca una democracia?

A veces se argumenta que la verdad no está toda de un lado.

Quién sabe si los demócratas no han comprendido a los dictadores, que acaso obraron con buenas intenciones y en circunstancias difíciles. Quizá algunos piensen que los dictadores gustosamente se separarían de la difícil situación que vive el país, si se les estimulara o se les tentara a ello. Podría argumentarse que a los dictadores se les debería ofrecer una solución por medio de la cual todo el mundo saliera ganando. Los riesgos y dolores de proseguir la lucha podrían ser innecesarios—se puede argumentar—si la oposición democrática sólo desea terminar el conflicto pacíficamente por medio de negociaciones (que podrían quizás contar con la ayuda de algunos especialistas o hasta de otro gobierno). ¿No sería eso preferible a una lucha difícil, aún cuando fuera una campaña dirigida por la lógica de la acción no violenta y no la de una guerra militar?

Ventajas y limitaciones de las negociaciones

Las negociaciones son un instrumento muy útil para resolver algunos conflictos, y no deben desdeñarse o rechazarse cuando son apropiadas. En algunas situaciones, cuando ningún asunto fundamental está en juego y, por consiguiente, es aceptable el compromiso, las negociaciones pueden ser un medio importante para zanjar un conflicto. Una huelga laboral en demanda de mayores salarios es un buen ejemplo del papel apropiado de las negociaciones en un conflicto: un acuerdo negociado puede conseguir un aumento promediado entre las cantidades originalmente propuestas por cada una de las partes contendientes. Los conflictos laborales, con sindicatos legalmente establecidos, son, sin embargo, algo muy diferente de los problemas en los cuales están en juego la existencia permanente de una dictadura cruel o el establecimiento de la libertad política.
Cuando los asuntos por resolver son fundamentales porque afectan principios religiosos, problemas de la libertad humana o todo el desarrollo futuro de la sociedad, las negociaciones no llevan a una solución satisfactoria para ambas partes. En algunos asuntos básicos no se debe transigir. Sólo un cambio en la correlación de fuerzas a favor de los demócratas puede salvaguardar adecuadamente los asuntos básicos que están a discusión. Ese cambio ocurre a través de una lucha, no mediante negociaciones. Esto no quiere decir que las negociaciones no deban usarse nunca. El hecho es que tales negociaciones no son un modo realista de librarse de una férrea dictadura cuando no existe una poderosa oposición democrática.

Por supuesto que hay circunstancias en que las negociaciones pueden no ser una opción. Los dictadores firmemente establecidos, que se sienten muy seguros de su posición, pueden negarse a negociar con sus opositores democráticos. 0 bien, cuando ya se hayan iniciado las negociaciones, los negociadores democráticos pueden desaparecer y no regresar.

¿Rendición negociada?

Los individuos o grupos que se oponen a una dictadura y se inclinan a las negociaciones, a menudo tienen buenos motivos para hacerlo.

En especial, cuando una lucha armada ha continuado durante varios años contra una dictadura brutal sin una victoria final, es lógico que todas las personas, sin importar su filiación política, deseen la paz.
Es probable que los demócratas estén especialmente dispuestos a negociar cuando los dictadores evidentemente tienen la superioridad militar y cuando la destrucción, las víctimas y los perjuicios sufridos entre aquéllos ya no pueden soportarse más. Habrá entonces una fuerte tentación de explorar cualquier otra opción que pueda rescatar al menos algunos de los objetivos de los demócratas, a la vez que pone fin a un ciclo de violencia y contra violencia.

La oferta de “paz” mediante negociaciones que un dictador le haga a la oposición democrática por supuesto no es del todo sincera. La violencia podría ser inmediatamente terminada por los propios dictadores si tan sólo éstos dejaran de hacer la guerra contra su propio pueblo. Bien podrían, por su propia iniciativa y sin ninguna negociación, restaurar el respeto a la dignidad y los derechos humanos, liberar a los presos políticos, acabar con la tortura y suspender las operaciones militares, retirarse del gobierno y hasta pedirle excusas al pueblo.

Cuando la dictadura es fuerte pero existe una resistencia irritante, puede que los dictadores deseen lograr la rendición de la oposición bajo la cobertura de “hacer la paz”. El llamado a negociar puede parecer atractivo, pero dentro de la sala de negociaciones acaso se esconderían graves peligros.
Por otra parte, cuando la oposición es excepcionalmente fuerte y la dictadura se encuentra de veras amenazada, los dictadores pueden buscar la negociación como una manera de salvar lo más posible de su capacidad de control o de sus riquezas. En ninguno de estos casos deben los demócratas ayudar a los dictadores a lograr sus metas.

Los demócratas deben desconfiar de las trampas que los dictadores les pueden tender con pleno conocimiento de causa durante un proceso de negociación. El llamado a negociar, cuando se trata de cuestiones fundamentales de las libertades políticas, puede ser un esfuerzo por parte de los dictadores para inducir a los demócratas a rendirse pacíficamente, mientras que la violencia de la dictadura continúa. En semejantes conflictos, las negociaciones solamente podrán jugar un papel apropiado al final de una lucha decisiva, en la cual el poder de los dictadores haya sido destruido y estén éstos buscando pasaje seguro para llegar a un aeropuerto internacional.

El poder y la justicia en las negociaciones

Si esta opinión parece un comentario demasiado áspero sobre las negociaciones, quizá deba moderarse un poco el romanticismo que se asocia con las mismas. Es necesario saber cuál es la dinámica de las negociaciones.

Una “negociación” no significa que las dos partes se sientan juntas, como iguales, y conversan hasta resolver el problema que produjo el conflicto entre ellas. Es necesario recordar dos verdades.

Primera, que en las negociaciones no es la relativa justicia de los puntos de vista en conflicto y sus objetivos lo que determina el contenido del acuerdo negociado. Segunda, que el contenido de éste lo determinará mayormente la capacidad de poder de cada parte.

Se deben considerar varias preguntas difíciles. ¿Qué puede hacer cada una de las partes después para conseguir sus objetivos si la otra decide no llegar a un acuerdo en la mesa de negociaciones?
¿Qué puede hacer cada una de las partes, luego de alcanzado el acuerdo, si la otra rompe su palabra y usa la fuerza de la que dispone para conquistar sus objetivos a pesar del acuerdo?

En las negociaciones no se llega a un acuerdo mediante una evaluación de lo bueno y lo malo de las cuestiones sobre el tapete.

Aunque sobre esto pueda discutirse mucho, los verdaderos resultados de las negociaciones se derivan de una evaluación realista de las situaciones de poder absoluto y relativo de los grupos contendientes.

¿Qué pueden hacer los demócratas para asegurarse de que un mínimo de sus reclamaciones no serán denegadas? ¿Qué pueden hacer los dictadores para mantenerse en control del poder y neutralizar a los demócratas? En otras palabras, si se llega a un acuerdo, lo más probable es que sea el resultado del estimado que cada parte haga de la capacidad de poder de ambas y, en consecuencia, calcule cómo podría terminar una lucha abierta entre las dos.

Debe prestarse atención a lo que cada parte esté dispuesta a ceder para llegar a un acuerdo. En negociaciones exitosas hay concesiones recíprocas. Cada parte consigue parte de lo que quiere
y cede parte de sus objetivos.

En los casos de dictadura extrema, ¿qué es lo que las fuerzas pro-democráticas van a ceder a los dictadores? ¿Qué objetivos de los dictadores tendrán que aceptar las fuerzas democráticas? ¿Tendrán los demócratas que conceder a los dictadores, (sean éstos un partido político o una camarilla militar), un papel permanente, constitucionalmente establecido, en el futuro gobierno? ¿Dónde queda la democracia entonces? Aun pensando que todo salga bien en las negociaciones, hace falta preguntarse: ¿qué clase de paz saldrá de ahí? ¿Será entonces la vida mejor o peor que si los demócratas hubieran empezado o continuado la lucha?

Dictadores “agradables”

Una variedad de motivos y objetivos subyacen la dominación de los dictadores: poder, posición, riqueza, la reestructuración de la sociedad y más. Uno debe recordar que ninguno de éstos será satisfecho si abandonan sus puestos de control. En caso de negociar, los dictadores tratarán de preservar sus objetivos.

Cualesquiera que sean las promesas que los dictadores ofrezcan en un acuerdo negociado, uno no debe olvidar que ellos son capaces de prometer cualquier cosa con tal de lograr el sometimiento de las fuerzas opositoras democráticas, y después descaradamente violar esos mismos acuerdos.
Si los demócratas acuerdan parar la resistencia a cambio de un alivio en la represión, van a quedar muy defraudados.

Una suspensión de la resistencia muy raramente conduce a una disminución de la represión. Cuando cesa la presión de la oposición interna o internacional, los dictadores pueden ejercer la opresión y la violencia aún más brutalmente que antes. El desmoronamiento de la resistencia popular a menudo suprime la fuerza que sirve de contrapeso y que ha limitado el control y la brutalidad de la dictadura. Entonces los tiranos pueden avanzar contra los que quieran. “Porque el tirano tiene poder de obrar sólo donde se carece de fuerza para resistir”, dijo Krishnalal Shridharani.5

5 Krishnalal Shridharani, War Without Violence: A Study of Gandhi’s Method and Its Accomplishments (Guerra sin Violencia: Un Estudio en los Métodos de Gandhi y sus Logros), (Nueva York: Harcourt, Brace, 1939, y reimpreso en Nueva York y Londres: Garland Publishing, 1972), p. 260.

En los conflictos donde cuestiones fundamentales están en juego, la resistencia, no las negociaciones, es lo esencial para el cambio. En casi todos los casos, la resistencia debe continuar hasta que los dictadores sean expulsados del poder. El triunfo lo determina con más frecuencia, no la negociación de un arreglo, sino el uso acertado de los métodos de resistencia más apropiados y poderosos posibles. Estamos convencidos—y lo exploraremos en detalle más adelante—que el desafío político o la lucha no violenta es el método más poderoso que pueden emplear los que luchan por la libertad.

¿Qué clase de paz?

Si los dictadores y los demócratas van a dialogar sobre la paz, es necesario tener ideas claras por los peligros que ello implica. No todos los que emplean la palabra “paz” quieren la paz con libertad y justicia. El sometimiento a una cruel opresión y el consentimiento pasivo frente a los dictadores desalmados, que han perpetrado atrocidades en cientos y miles de personas, no constituye una verdadera paz. A menudo Hitler llamó a la paz, pero lo que quería era el sometimiento a su voluntad. Por lo general, la paz de los dictadores no es sino la de la prisión o la tumba.

Existen otros peligros. Hay negociadores bien intencionados que a veces confunden los objetivos de las negociaciones con el proceso de éstas. Es más, los negociadores democráticos o los especialistas extranjeros aceptados para asistir a los negociadores, pueden, de un solo plumazo, dotar a los dictadores de una legitimidad doméstica e internacional que previamente se les había negado a causa de haberse apoderado del estado, las violaciones de los derechos humanos y las brutalidades cometidas. Sin esa legitimidad tan desesperadamente necesitada no pueden los dictadores continuar gobernando indefinidamente. Los representantes de la paz no deben suministrarles esa legitimidad.

Razones para la esperanza

Como dijimos antes, los líderes de la oposición pueden sentirse forzados a negociar si creen que la lucha democrática carece de toda esperanza. Sin embargo, ese sentimiento de impotencia puede cambiarse. Las dictaduras no son permanentes. Los que viven bajo una dictadura no tienen por qué permanecer siempre débiles y a los dictadores no es necesario permitirles que sigan siendo poderosos indefinidamente. Hace mucho tiempo Aristóteles  apuntó: “La oligarquía y la tiranía son las constituciones que duran menos.” 6...

6 Aristotle, The Politics, traducción de T.A.Sinclair (Harmondsworth, Middlesex, Inglaterra; y Baltimore, Maryland: “Penguin Books” 1976 [1962]). Libro V, capítulo 12, pp. 231 y 232.

 “En ninguna parte han durado mucho tiempo6.” Las dictaduras modernas también son vulnerables. Se puede agravar su debilidad y desintegrar su poder. (En el Capítulo Cuatro examinaremos estas debilidades con más detalle).

La historia reciente muestra la vulnerabilidad de las dictaduras, y revela que pueden desmoronarse en un plazo relativamente corto. Se necesitaron diez años, de 1980 a 1990, para que se viniera abajo la dictadura comunista en Polonia, Alemania Oriental y Checoslovaquia. En 1989 ocurrió ésto en semanas. En El Salvador y Guatemala, en 1944, la lucha contra los brutales dictadores bien afianzados duró aproximadamente dos semanas en cada lugar. El poderoso régimen militar del Shah de Irán fue socavado en pocos meses. La dictadura de Marcos en Filipinas cayó ante el empuje del pueblo en 1986. El gobierno de los Estados Unidos abandonó rápidamente al Presidente Marcos cuando la fuerza de la oposición se hizo patente. El intento de golpe de estado de línea dura en la
URSS en agosto de 1991 fue bloqueado en unos días por el desafío popular. De ahí en adelante muchas de las naciones bajo un dominio semejante, recuperaron su independencia en sólo días, semanas o meses.

Está claro que no es válida la antigua idea de que los métodos violentos obran rápidamente y que los no violentos requieren mucho tiempo. Aunque se requiera mucho tiempo para lograr cambios en la situación subyacente y en la sociedad, la lucha concreta contra las dictaduras a veces ocurre con relativa rapidez por medio de la acción no violenta.

Las negociaciones no son la única alternativa que hay entre una guerra continua de aniquilación por una parte y la capitulación por la otra. Los ejemplos ya citados, así como los apuntados en el Capítulo Uno, ilustran que existe otra opción para aquellos que quieren tanto la paz como la libertad, y ésa es el desafío político.

Tres
¿De Dónde se Deriva el Poder?
Conseguir la libertad con paz, por supuesto que no es tarea fácil. Va a requerirse para ello una gran destreza estratégica, organización y planificación. Sobre todo, requiere poder. Los demócratas no pueden esperar derribar la dictadura y establecer la libertad política sin la capacidad de ejercer su propio poder en forma eficaz.

¿Pero cómo es posible esto? ¿Qué clase de poder podrá la oposición democrática movilizar para destruir la dictadura y su vasta red militar y policiaca? La respuesta se encuentra en una comprensión del poder político generalmente ignorada. Llegar a este conocimiento intrínseco no es tarea demasiado difícil. Algunas verdades fundamentales son muy sencillas.

La fábula del “Amo de los Monos”

Una parábola china del siglo XIV, atribuida a Liu Ji, por ejemplo, destaca muy bien esta interpretación descuidada acerca del poder político:7

7Esta historieta, originalmente titulada “Rule by Tricks” (“Gobernar por Tretas”), es del Yu-Li-Zi, de Liu Ji (1311-1375). La traducción original se publicó en Nonviolent Sanctions: News from the Albert Einstein Institution (Sanciones Noviolentas: Noticias de la Institución Albert Einstein), (Cambridge, Mass.) Vol. IV, No. 3 (Invierno 1992-
1993) p. 3.

En el estado feudal de Chu, un viejo vivía de tener monos a su servicio. Las gentes lo llamaban “ju gong”: el Amo de los Monos.

Todas las mañanas el viejo reunía a todos los monos en su patio y ordenaba al más viejo que condujera a los demás a la montaña a recoger fruta de los árboles y matas. La regla era que cada mono tenía que darle al viejo la décima parte de lo que recogiera. Los que no lo hacían eran brutalmente azotados. Todos los monos sufrían amargamente, pero no se atrevían a protestar.

Un día, un monito les preguntó a los otros; “¿Fue el viejo quien sembró los árboles y las matas?” Los otros le respondieron: “No; brotaron solos.” El monito les dirigió otra pregunta: “¿No podemos nosotros coger la fruta sin permiso del viejo?” Los otros replicaron: “Sí, todos podemos hacerlo.” El monito siguió: “¿Entonces por qué tenemos que depender del viejo? ¿Por qué tenemos que servirlo?”

Antes que el monito hubiera terminado su discurso todos los monos de pronto se sintieron iluminados, y despertaron.

Esa misma noche, al observar que el viejo se había quedado dormido, los monos rompieron las barreras del vallado donde se hallaban encerrados, y destruyeron el recinto por completo. También se apropiaron de cuanta fruta el viejo tenía guardada y se la llevaron al bosque, y nunca más volvieron. Al fin el viejo murió de inanición.

Yu-Li-Zi dice: “Algunos hombres en el mundo gobiernan a su pueblo mediante tretas y no por principios rectos.

¿No son éstos iguales al amo de los monos? La gente no se ha dado cuenta de su embrutecimiento. Apenas se les ilumine el conocimiento, las tretas dejarán de funcionar.”

Los recursos que necesita el poder político

El principio es sencillo. Los dictadores requieren la ayuda de los gobernados, sin la cual no pueden ni disponer de las fuentes de poder ni conservarlas. Entre las fuentes del poder político se encuentran las siguientes:

La autoridad - la creencia entre la gente de que el régimen es legítimo y que tiene el deber moral de obedecerlo;

Los recursos humanos - la cantidad e importancia de las personas y grupos que obedecen a los gobernantes, cooperan con ellos o los apoyan;

El conocimiento y las destrezas - los que el régimen necesita para llevar a cabo acciones específicas, y que le son suministrados por las personas y grupos que cooperan con él;

Los factores intangibles - los factores sicológicos e ideológicos que pueden mover a la gente a obedecer y apoyar a los gobernantes;

Los recursos materiales - hasta qué punto controlan los gobernantes la propiedad o tienen acceso a ella, los recursos naturales, el sistema económico y los medios decomunicación y transporte; y

Las sanciones - castigos con los que se amenaza, o que se aplican a los desobedientes o a los que no colaboran, para asegurar su sumisión y cooperación, necesarias ambas para que exista el régimen y para que ponga en práctica sus políticas.

Todas estas fuentes, sin embargo, dependen de la aceptación del régimen, del sometimiento y obediencia de la población al mismo y de la cooperación que le brindan innumerables personas y muchas de las instituciones de la sociedad. Estas fuentes no están garantizadas.

Una plena cooperación, obediencia y apoyo, harán más asequibles los recursos que el poder necesita, y, en consecuencia, fortalecerán la capacidad de obrar de cualquier gobierno.

Por otra parte, el negarles a los agresores y dictadores la cooperación popular e institucional disminuye y puede anular el acceso a las fuentes de poder de las que dependen los gobernantes.

Sin acceso a tales recursos, el poder de los gobernantes se debilita, y finalmente se disuelve.
Naturalmente, los dictadores son sensibles a las acciones o ideas que amenazan su capacidad de obrar como les dé la gana.

Por lo tanto, ellos están dispuestos a amenazar y castigar a quienes los desobedezcan, les hagan huelgas o dejen de cooperar con ellos.

No obstante, aquí no acaba el cuento. Ni la represión ni cuantas brutalidades se cometan siempre resultan en la recuperación del grado de sumisión y cooperación que el régimen necesita para funcionar.

Si, a pesar de la represión, se pueden restringir o recortar durante un tiempo suficiente los recursos de los que depende el poder, los resultados pueden ser la incertidumbre y la confusión dentro de la dictadura. Es probable que sobrevenga entonces un notable debilitamiento de su poder. Con el tiempo, el quitarle los recursos al poder producirá la parálisis y la impotencia del régimen y, en casos muy severos, su desintegración. El poder de los dictadores se ira muriendo, lenta o rápidamente, de inanición política.

Por lo tanto, el grado de libertad o tiranía que existe bajo cualquier gobierno es en gran medida un reflejo de la relativa determinación de los súbditos de ser libres, y de la voluntad y capacidad de éstos de ofrecer resistencia a los esfuerzos que el gobierno haga por esclavizarlos.
Contradiciendo la opinión popular, aún las dictaduras totalitarias dependen de la población y las sociedades que gobiernan.

Como apuntó el politólogo Karl W. Deutsch en 1953:

El poder totalitario es fuerte sólo si no tiene que ejercerse con mucha frecuencia. Si el poder totalitario tiene que imponerse sobre toda la población y en todo momento, no es probable que se mantenga vigoroso por mucho tiempo. Como los regímenes totalitarios requieren más poder que cualquier otro tipo de gobierno para relacionarse con sus gobernados, tienen una necesidad mayor de que los hábitos de sumisión estén más amplia y firmemente extendidos entre su pueblo. Más aún, tienen, en caso de necesidad, que poder contar con el apoyo activo de porciones significativas de la población.8

8Karl W. Deutsch, “Cracks in the Monolith” (“Grietas en el Monolito”), en la edición de Carl J. Friedrich de Totalitarianism (El Totalitarismo), (Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1954), pp. 313-314.

John Austin, el teórico inglés del siglo XIX, describió la situación de una dictadura que se enfrentara a un pueblo descontento. Austin argumentaba que si la mayoría de la población estaba decidida a destruir al gobierno, y se hallaba dispuesta a soportar la represión que le impusiera por ello, entonces el poder del gobierno, incluyendo aquellos que lo apoyaban, no podría preservar al odiado régimen, inclusive si recibiera ayuda del extranjero. No se podría someter de nuevo al pueblo desafiante a la obediencia y la sumisión permanentes, concluía Austin.9

9John Austin, Lectures on Jurisprudence or the Philosophy of Positive Law (Conferencias sobre Jurisprudencia o Filosofía del Derecho Positivo), (5ta. edición, revisada y editada por Robert Campbell, vol 2, Londres: John Murray, 1911 (1861 ) Vol 1 P 296.

Mucho antes, Nicolás Maquiavelo había explicado que el príncipe “... que tiene a todo el pueblo por su enemigo, nunca puede estar seguro, y mientras mayor sea su crueldad, más débil se irá volviendo su régimen”.10

10Niccolo Machiavelli “The Discourses of the First Ten Books of Livy” (“Comentarios a las Décadas de Tito Livio”), en The Discourses of Niccolo Machiavelli (Los Comentarios de Niccolo Machiavelli), (Londres: Routledge y Kegan Paul, 1950), Vol 1, p 254.

La aplicación política de estos principios la demostraron en la práctica los heróicos noruegos que resistieron la ocupación nazi, y, como se mencionó en el Capítulo Uno, los valientes polacos, alemanes, checos, eslovacos y muchos más que resistieron la agresión comunista y su dictadura, y que finalmente contribuyeron a producir el desmoronamiento del régimen comunista en Europa. Este, por supuesto, no es un fenómeno nuevo. Los casos de resistencia no violenta se remontan por lo menos hasta el año 494 a. de C., cuando los plebeyos les negaron su cooperación a sus amos, los patricios romanos.11

11Ver Gene Sharp, The Politics of Nonviolent Action (La Política de la Acción Noviolenta), (Boston: Porter Sargent, 1973), p 75 Y aquí y allá se encontrarán otros ejemplos históricos.

Los pueblos en Asia, Africa, las Américas, Australasia y las islas del Pacífico, así como en Europa han empleado la lucha no violenta en distintos momentos.

Tres de los factores más importantes para determinar hasta qué grado estará o no controlado el poder del gobierno, son: 1) el deseo relativo por parte de la población de imponerle limites al poder del gobierno; 2) la fuerza relativa de las organizaciones e instituciones independientes para quitarle colectivamente los recursos que necesita el poder; y 3) la relativa capacidad por parte de la población de negarle su consentimiento y apoyo.

Centros de poder democrático

Una de las características de la sociedad democrática es que existe una multitud de grupos e instituciones nogubernamentales. Ellas incluyen, por ejemplo, la familia, las organizaciones religiosas, las asociaciones culturales, clubes deportivos, instituciones económicas, sindicatos, instituciones estudiantiles, partidos políticos, pueblitos, asociaciones de colonos, clubes de jardinería, organizaciones de derechos humanos, grupos musicales, sociedades literarias y otras.

Estos cuerpos son importantes porque establecen sus propios objetivos y también porque ayudan a satisfacer las necesidades de la sociedad.

Además, estos cuerpos tienen un gran significado político.

Suministran las bases grupales e institucionales para que la gente pueda ejercer su influencia en la sociedad y resistir la de otros grupos o del gobierno cuando éstos claramente se inmiscuyan injustamente en sus intereses, actividades y propósitos. Los individuos aislados que no son miembros de estos grupos, por lo general se hallan incapacitados para producir un impacto significativo en la sociedad, mucho menos en el gobiemo, y ciertamente no en una dictadura.

Por lo tanto, si la autonomía y libertad de tales cuerpos puede ser suprimida por los dictadores, la población quedará relativamente indefensa. Además, si estas instituciones pueden ser controladas dictatorialmente por el poder central, o sustituidas por otras bajo control de aquél, podrán ser utilizadas para controlar tanto a los miembros individuales de éstas como a las áreas correspondientes de la sociedad.

No obstante, si la autonomía y libertad de estas instituciones civiles independientes (fuera del control gubernamental) se pueden mantener o recuperar, éstas serán de suma importancia para la aplicación del desafío político. El rasgo común en los ejemplos citados, donde las dictaduras han sido desintegradas o debilitadas, ha sido la valiente aplicación masiva del desafío político por la población y sus instituciones.

Como hemos afirmado, estos centros de poder sirven de bases institucionales desde las cuales la población puede ejercer presión o resistir los controles dictatoriales. En el futuro, serán una base estructural indispensable para una sociedad libre. El crecimiento continuado y la independencia de las mismas, por consiguiente, es a menudo el requisito previo para el triunfo de una lucha de liberación.

Si la dictadura ha tenido éxito en destruir o controlar los cuerpos independientes de la sociedad, será importante para los que ofrezcan resistencia, crear nuevos grupos sociales e instituciones independientes, o tratar de recuperar el control de los cuerpos sociales supervivientes o de los parcialmente controlados. Durante la revolución húngara de 1956-57, apareció una multitud de “concejos de democracia directa”, que llegaron a juntarse inclusive para establecer durante varias semanas todo un sistema federal de instituciones y gobierno. En Polonia, durante las postrimerías de 1980, los trabajadores mantuvieron sindicatos ilegales de Solidaridad y, en algunos casos, tomaron el control de los sindicatos oficiales dominados por los comunistas. Algunos de estos procesos institucionales pueden tener consecuencias políticas muy importantes.
Por supuesto, nada de esto significa que sea fácil debilitar o destruir una dictadura, ni que cualquier intento de hacerlo tendrá éxito. Desde luego no quiere decir que la lucha estará libre de víctimas, porque los que todavía estén sirviendo a la dictadura van a contraatacar en un esfuerzo por obligar a la población a regresar a la cooperación y la obediencia.

Sin embago, esta nueva percepción del poder significa, que la desintegración deliberada de una dictadura sí es posible. Las dictaduras, en particular, tienen características específicas que las hacen vulnerables al desafío político diestramente implementado.

Examinemos con más detalle estas características.

Cuatro
Las Dictaduras Tienen Puntos Débiles
Por lo general las dictaduras parecen invulnerables. Las agencias de inteligencia, la policía, las fuerzas militares, las prisiones, los campos de concentración y los pelotones de fusilamiento, están controlados por unos pocos con mucho poder. Las finanzas de un país, sus recursos naturales y su capacidad de producción a menudo son saqueados por los dictadores y usados para apoyar la voluntad de los dictadores.

En comparación, los fuerzas democráticas con frecuencia aparecen como extremadamente débiles, ineficaces e impotentes. La percepción de la invulnerabilidad frente a la impotencia hace poco probable una oposición efectiva.

Sin embargo, esto no agota el tema.

Identificando el talón de Aquiles

Un mito de la Grecia clásica ilustra bien la vulnerabilidad de lo supuestamente invulnerable. A Aquiles, el guerrero, ningún golpe podía dañarlo, y ninguna espada penetrar su piel. Cuando era un recién nacido, se supone que su madre lo había sumergido en las aguas del mágico río Estigio, y por eso su cuerpo estaba protegido contra todos los peligros. Había, sin embargo, un problema. Como el niño había sido sostenido por el talón para que no fuese arrastrado por la corriente, el agua mágica no había cubierto esa pequeña porción de su cuerpo. Cuando Aquiles se hizo un hombre, les parecía a todos que era invulnerable frente a las armas enemigas. Pero en la batalla de Troya un soldado enemigo, instruido por alguien que conocía la debilidad de aquél, logró clavarle una flecha en el talón desprotegido, en el único lugar donde podía ser herido. La herida fue fatal. Todavía hoy la frase “el talón de Aquiles” se refiere a la parte vulnerable de una persona, un plan o una institución donde si se le ataca, no está protegida.
El mismo principio se aplica a los dictadores más desalmados. Ellos también pueden ser vencidos, pero más rápidamente y con un costo menor si sus debilidades pueden identificarse y se concentra en ellas el ataque.

Puntos débiles de las dictaduras

Entre los puntos débiles de las dictaduras están los siguientes:

1. Se les puede restringir o negar la cooperación de muchas personas, grupos e instituciones que necesitan para hacer funcionar el sistema.

2. Los requisitos y efectos de las políticas anteriores del régimen, de cierta manera limitan su capacidad presente para adoptar y ejecutar políticas contrarias.

3. El sistema puede convertirse en rutinario en cuanto a su modo de obrar y ser menos apto para ajustarse rápidamente a situaciones nuevas.

4. El personal y los recursos ya destinados para las tareas habituales no estarán fácilmente disponibles para nuevas necesidades.

5. Los subordinados, temerosos de no complacer a sus superiores, pueden no proporcionar todos los detalles de la información que los dictadores necesitan para tomar decisiones.

6. La ideología puede erosionarse; los mitos y símbolos del sistema pueden perder su solidez.

7. Si hay una fuerte ideología que influye en la visión de la realidad, una adhesión firme a la misma puede ser causa de desatención de las condiciones y necesidades reales.

8. El deterioro de la competitividad y eficiencia de la burocracia, o los excesivos controles y regulaciones, pueden volver ineficaces las políticas y operaciones del sistema.

9. Los conflictos institucionales internos y las rivalidades y hostilidades personales pueden dañar, o aún interrumpir, las operaciones de la dictadura.

10. Los intelectuales y los estudiantes pueden impacientarse por las condiciones o restricciones o el enfoque doctrinario y la represión.

11. El público en general puede, con el tiempo, volverse apático y hasta hostil al régimen.

12. Las diferencias regionales, de clase o nacionales pueden agudizarse.

13. La jerarquía del poder de una dictadura es siempre, hasta cierto punto, inestable y a veces lo es extremadamente; los individuos no permanecen inmutables en sus posiciones y rangos, sino que pueden elevarse o caer a otros niveles, o ser separados por completo y sustituidos por un personal nuevo.

14. Sectores de la policía o de las fuerzas militares pueden actuar para lograr sus propios objetivos, aún cuando esto sea contra la voluntad de los dictadores en el poder, y llegar hasta el golpe de estado.

15. Si la dictadura es nueva, necesita tiempo para afianzarse bien.

16. Como en una dictadura muy pocos toman muchas decisiones, es probable que ocurran errores de juicio, de política o de acción.

17. Si el gobierno está buscando evitar estos peligros, y descentraliza los controles y la toma de decisiones, su control de los puntos clave para el poder puede deteriorarse aún más.

Atacando las debilidades de la dictadura

Conociendo semejantes debilidades intrínsecas, la oposición democrática puede buscar cómo agravar esos “talones de Aquiles” deliberadamente, a fin de alterar el sistema drásticamente o bien desintegrarlo.

La conclusión es obvia. A pesar de la apariencia de fuerza, todas las dictaduras tienen sus debilidades, sus ineficiencias internas, sus rivalidades personales, sus funcionamientos institucionales defectuosos y sus conflictos entre organizaciones y departamentos.

Estas debilidades, con el tiempo, tienden a hacer al régimen menos efectivo y más vulnerable a los cambios de condiciones y a la resistencia deliberada. No todo lo que el régimen se proponga lo va a lograr, al menos completamente. A veces, por ejemplo, aún las órdenes directas de Hitler quedaron sin ejecutarse porque los que estaban por debajo de él en la jerarquía se abstenían de llevarlas a cabo. El régimen dictatorial puede a veces desbaratarse rápidamente, como ya hemos observado.

Esto no quiere decir que las dictaduras se pueden destruir sin riesgos ni víctimas. Cualquier curso de acción posible para lograr la liberación incurrirá en riesgos y sufrimiento potencial, y tomará tiempo para poder ponerse en marcha. Y, por supuesto, ningún medio de acción puede asegurar el triunfo rápido en cada situación. Sin embargo, los tipos de lucha que tienen como objetivo las debilidades identificables de la dictadura, tienen más posibilidad de éxito que aquéllos en que se busca combatir la dictadura allí donde a todas luces ésta es más fuerte. La pregunta es: ¿cómo ha de conducirse esta lucha?

Cinco
Ejerciendo el Poder
En el Capítulo Uno advertimos que la resistencia armada contra las dictaduras no las afecta donde son más débiles sino más bien donde son más fuertes. Al escoger competir en el campo de las fuerzas militares, el suministro de armamentos, la tecnología armamentista y demás, los movimientos de resistencia tienden a situarse donde están en clara desventaja. Las dictaduras casi siempre podrán desplazar recursos superiores en esas áreas. Hemos subrayado también el peligro de confiar en los poderes extranjeros para la salvación. En el Capítulo Dos examinamos los problemas que conlleva confiar en las negociaciones como un modo de quitarse las dictaduras de encima. ¿Cuáles son los medios disponibles que ofrecerán a la resistencia democrática una clara ventaja y que lograrán agravar las debilidades identificadas de las dictaduras? ¿Qué técnica de acción va a aprovechar la teoría del poder político que discutimos en el Capítulo Tres? La alternativa a escoger es el desafío político.

El desafío político tiene las siguientes características:

• No acepta que los resultados sean decididos por los medios de lucha escogidos por la dictadura.
• Es difícil para el régimen combatirlo.

• Puede agravar extraordinariamente las debilidades de la dictadura y negarle acceso a sus fuentes de poder.

• Puede dispersarse ampliamente en cuanto a la acción, pero también puede concentrarse en un objetivo específico.

• Conduce a errores de juicio y de acción por parte de los dictadores.

• Puede utilizar a la población como un todo, y a los grupos e instituciones de la sociedad en la lucha y acabar con el dominio brutal de unos pocos.

• Sirve para acrecentar la distribución del poder efectivo en la sociedad, haciendo que el establecimiento y mantenimiento de una sociedad democrática sea más viable.

La dinámica de la lucha no violenta

Como sucede con la capacidad militar, el desafío político se puede emplear con una variedad de propósitos, que van desde esforzarse por influir en los opositores para que hagan cosas diferentes, crear condiciones para la solución pacífica de un conflicto, hasta desintegrar el régimen de los adversarios. Pero la dinámica del desafío político es muy diferente a la de la violencia. Aunque ambas técnicas son herramientas para luchar, lo hacen por medios muy distintos, y con distintas consecuencias. Los modos y resultados de un conflicto violento son bien conocidos. Las armas físicas se usan para intimidar, herir, matar y destruir.

La lucha no violenta es una técnica mucho más variada y compleja que la violencia. A diferencia de ésta, es una lucha que emplea armas políticas, económicas, sociales y sicológicas, aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad. A estas armas se les ha conocido bajo diversos nombres, como protestas, huelgas, desobediencia o nocooperación, boicot, descontento y poder popular.

Como advertimos antes, todos los gobiernos pueden gobernar mientras, por medio de la cooperación, sumisión y obediencia de la población y de las instituciones de la sociedad, reciban el constante refuerzo de las fuentes de poder que necesitan. El desafío político, a diferencia de la violencia, es el instrumento idóneo para negarle acceso al régimen a esas fuentes de poder.

Las armas y la disciplina no violentas

El error común de las campañas improvisadas de desafío político, es la dependencia o confianza en uno o dos procedimientos, tales como las huelgas y las manifestaciones. De hecho, existe una multitud de procedimientos que les permiten a los estrategas de la resistencia tanto concentrar como dispersar la resistencia, según haga falta.

Se han podido identificar hasta cerca de doscientos métodos de acción no violenta y, por supuesto, hay muchos más. Estos procedimientos se clasifican en tres grandes categorías: protesta y persuasión, no cooperación e intervención. Los métodos no violentos de protesta y persuasión son mayormente manifestaciones simbólicas, que incluyen desfiles, marchas y vigilias (54 métodos). La no cooperación se divide en tres sub-categorías: a) de no cooperación social (16 métodos), b) de no cooperación económica: el boicot inclusive (26 métodos) y huelgas (23 métodos), y c) de no cooperación política (38 métodos). La intervención no violenta, mediante procedimientos sicológicos, sociales, económicos o políticos tales como el ayuno, la ocupación noviolenta y el gobierno paralelo (41 métodos), es el último grupo. Una lista de 198 de estos métodos se incluye en el apéndice de esta publicación.

Es probable que a cualquier régimen ilegítimo le cause graves problemas el uso de un número considerable de estos métodos— cuidadosamente escogidos, aplicados persistentemente y en gran escala, fundidos en el contexto de una sabia estrategia y de tácticas apropiadas, por civiles adiestrados. Esto es aplicable a todas las dictaduras.

Los procedimientos de la lucha no violenta pueden enfocar directamente los asuntos más inmediatos, lo cual no es posible con los medios militares. Por ejemplo, ya que el problema que presenta una dictadura es esencialmente político, sería muy importante aplicar las formas políticas de la lucha no violenta. Esto incluiría la negación de la legitimidad a los dictadores y la no cooperación con su régimen.

La no cooperación sería también aplicada contra algunas políticas específicas. A veces el obstaculizar el trabajo o el demorarlo puede realizarse en silencio, o aún secretamente, mientras que otras veces, la franca desobediencia o las desafiantes manifestaciones públicas y las huelgas, pueden ser vistas por todos.

Por otra parte, si la dictadura es vulnerable a las presiones económicas, o si muchos de los agravios del pueblo son económicos, entonces la acción económica, como el boicot o las huelgas, puede ser el procedimiento apropiado para la resistencia. Los esfuerzos del dictador por explotar el sistema económico pueden contrarrestarse mediante huelgas generales limitadas, demoras en el ritmo del trabajo o por la negación de ayuda (o desaparición) de parte de los expertos. El uso selectivo de diversos tipos de huelgas puede enfocar puntos clave en el proceso manufacturero, en el transporte, en el suministro de materias primas y en la distribución de productos.

Algunas tácticas de la lucha no violenta requieren que la gente realice actos que no están relacionados con su vida normal, tales como volantear, manejar una imprenta clandestina, ponerse en huelga de hambre o sentarse a media calle. Salvo en situaciones muy extremas, para algunas personas estas acciones pueden ser difíciles de llevar a cabo.

Por el contrario, otros métodos de lucha no violenta, requieren que la gente continúe llevando su vida normal aunque con algunas diferencias. Por ejemplo, pueden ir a trabajar en vez de ponerse en huelga, pero una vez allí, deliberadamente trabajar más lentamente o con menos eficacia que siempre. Conscientemente se pueden cometer “errores” con más frecuencia. A veces, uno puede estar “enfermo” o “impedido” de trabajar, o simplemente se puede negar a trabajar.

Uno puede asistir a una ceremonia religiosa cuando tal acto no sólo expresa las convicciones religiosas sino las políticas. Se puede proteger a los niños de la propaganda de los atacantes mediante la instrucción en casa o en clases ilegales. Uno puede negarse a pertenecer a cierta organización “recomendada”, o impuesta a la cual uno antes no hubiera escogido pertenecer libremente. La semejanza de tal tipo de acción con las actividades acostumbradas de las gentes, y el grado limitado de desviación de la vida normal, pueden hacer que la participación en la lucha de liberación nacional sea mucho más fácil para mucha gente.

Como la lógica de la lucha no violenta difiere en muchos aspectos de la acción violenta, hasta una violencia limitada sería contraproducente durante una campaña de desafío político, porque desviaría la lucha hacia un campo donde los dictadores tienen una ventaja abrumadora (la contienda armada).

La disciplina no violenta es clave para el éxito, y debe persistirse en ella a pesar de las provocaciones y brutalidades de los dictadores y sus agentes.

El mantener la disciplina no violenta contra los adversarios violentos facilita el trabajo de los cuatro mecanismos de cambio de la lucha no violenta (de lo que trataremos más adelante). La disciplina no violenta es también extremadamente importante en el proceso del jiu-jitsu político. En éste, la pura brutalidad del régimen contra los activistas claramente noviolentos rebota políticamente contra la posición del dictador, causando disensión en sus propias filas, y fomentando el apoyo a los de la resistencia de parte de la población en general, de los que generalmente defienden al régimen y de terceras personas.

Sin embargo, en algunos casos una violencia limitada contra la dictadura puede ser inevitable. La frustración y el odio contra el régimen pueden explotar violentamente. O bien, ciertos grupos pueden no estar deseosos de abandonar el uso de medios violentos aún cuando reconozcan el importante papel de la lucha no violenta.

En estos casos no es necesario abandonar el desafío político. Sin embargo, será necesario separar la acción violenta lo más posible de la acción no violenta. Esto ha de hacerse en términos geográficos, de sectores de la población, de tiempo y de problemas. De otro modo, la violencia puede tener efectos desastrosos sobre el uso del desafío político, el cual potencialmente, es mucho más poderoso y eficaz.

La historia indica que aún cuando se espera que haya víctimas, tanto muertos como heridos, en el desafio político las habrá en número mucho menor que las que se producirían en la contienda armada. Es más, este tipo de lucha no contribuye al ciclo interminable de matazón y brutalidad.
La lucha noviolenta requiere una pérdida del miedo y un mayor control sobre sí mismo, por una parte, y tiende a producir este efecto frente al gobierno y su represión brutal. Esa pérdida del miedo, o el control sobre sí mismo, es un elemento clave para destruir el poder que los dictadores tienen sobre la población en general.

Franqueza, clandestinidad y comportamiento intachable

La clandestinidad, el engaño y la conspiración subterránea le plantean problemas muy graves a un movimiento que emplee la acción no violenta. A menudo, es prácticamente imposible impedir que los agentes de la policía o de la inteligencia se enteren de las intenciones y los planes. Desde la perspectiva del movimiento, el clandestinaje no sólo tiene sus raíces en el miedo sino que contribuye a aumentarlo. Esto reblandece el espíritu de la resistencia y reduce el número de personas que podrían participar en una acción específica. También puede contribuir a que dentro del movimiento, haya sospechas y acusaciones, a menudo injustificadas, acerca de quién podría ser un informante o un agente de los contrarios. El secreto también puede afectar la habilidad de un movimiento para persistir en la práctica de la no violencia. Al contrario, la franqueza en cuanto a planes e intenciones contribuirá a dar la imagen de que el movimiento de resistencia es en extremo poderoso. El problema, por supuesto, es más complejo de lo que esto sugiere, y hay aspectos significativos de las actividades de la resistencia que van a requerir el secreto. Los entendidos tanto en la dinámica de la lucha no violenta como en los medios de vigilancia de la dictadura en la situación específica necesitarán una evaluación bien documentada.

La edición, impresión y distribución de publicaciones clandestinas, las trasmisiones ilegales por radio desde dentro del país y la inteligencia recogida sobre las operaciones de la dictadura, están entre las clases limitadas de actividades especiales que requieren un alto grado de sigilo.
En todas las etapas del conflicto es necesario mantener un comportamiento intachable en la acción no violenta. Factores como el no tener miedo y el mantener la disciplina no violenta deben estar siempre presentes. Es importante tener en cuenta que va a necesitarse un gran número de gente para efectuar grandes cambios. Esa cantidad de participantes confiables sólo se puede obtener manteniendo el más alto nivel de comportamiento.

Cambios en las relaciones de poder

Los estrategas necesitan recordar que el conflicto donde se aplica el desafío político es un campo de lucha siempre cambiante, con un continuo juego de ataques y contraataques. Nada es estático. Las relaciones de poder, tanto absolutas como relativas, están sujetas a cambios rápidos y constantes. Esto es posible porque los que trabajan en la resistencia continúan tenazmente en su actividad no violenta a pesar de la represión.

En este tipo de situación de conflicto, las respectivas variaciones de poder en los bandos contendientes, tienden a ser más extremas que en los conflictos violentos, y tienen una gama más variada de consecuencias significativas en lo político. Debido a esas variaciones, las acciones específicas de los de la resistencia, por lo general, tienen consecuencias que van más allá del lugar o el momento en que ocurren. Estos efectos tendrán repercusiones que fortalecerán o debilitarán a un grupo u otro.

Además, el grupo noviolento puede, por sus acciones, influir sobre el aumento o disminución de la fuerza relativa del grupo contrario, en un grado mucho mayor del que ocurre en los conflictos militares.

Por ejemplo, la resistencia noviolenta, disciplinada y valiente, frente a la brutalidad de los dictadores puede producir desazón, descontento o desconfianza, y, en situaciones extremas, hasta el amotinamiento entre los propios soldados y el personal al servicio de la dictadura.

Esta resistencia también puede dar lugar a que aumente la condena internacional de la dictadura. Además, el empleo del desafío político disciplinado, persistente y bien adiestrado, puede hacer que más y más gente, que normalmente apoyaría tácitamente a los dictadores o que por lo general permanecerían neutrales en el conflicto, participe en la resistencia.

Cuatro mecanismos de cambio

La lucha no violenta produce cambios de cuatro maneras. El primer mecanismo es el que se consideraría menos probable, aunque así ha ocurrido. Cuando los miembros del grupo contrario se conmueven emocionalmente por los sufrimientos que la represión ha infligido en los valientes activistas de la resistencia, o racionalmente se persuaden de que la causa de los de la resistencia es justa, llegan a aceptar los objetivos de los de la resistencia. A este mecanismo se le llama conversión. Aunque se dan casos de conversión en la lucha no violenta, son raros, y en la mayor parte de los conflictos esto no ocurre de manera alguna, o por lo menos en escala significativa.
Con mucha más frecuencia la lucha no violenta obra cambiando la situación del conflicto y de la sociedad, de modo que el adversario simplemente no puede hacer lo que le viene en gana. Es este cambio el que produce los otros tres mecanismos: la acomodación, la coerción no violenta y la desintegración. Cuál de éstos ocurra dependerá del grado en que las relaciones de poder, absolutas o relativas, hayan cambiado a favor de los demócratas.

Si las cuestiones a debatir no son fundamentales, las exigencias de la oposición en una campaña limitada no se consideran amenazantes, y la confrontación de fuerzas ha alterado las relaciones de poder en alguna medida, el conflicto inmediato puede terminar por medio de un arreglo al que se llegue cediendo cada parte algo, contemporizando. A este mecanismo se le llama acomodación. Por ejemplo, muchas huelgas se resuelven de esta manera, ambas partes consiguen algunos de sus objetivos, pero ninguna obtiene todo lo que quería. El gobierno puede percibir que un arreglo semejante trae algunos beneficios positivos, tales como disminuir la tensión, dar una impresión de “equidad”, mejorar la imagen internacional del régimen. Es importante, por lo tanto, que se tenga gran cuidado al seleccionar los puntos por los cuales el arreglo por acomodación resulte aceptable. La lucha por derribar la dictadura no es uno de ésos.

La lucha no violenta puede ser mucho más poderosa de lo que indican los mecanismos de conversión o acomodación. La no cooperación masiva y el desafío pueden cambiar la situación política o social, especialmente las relaciones de poder, de tal manera que los dictadores pierden la capacidad de controlar los procesos económicos, sociales y políticos del gobierno y la sociedad. Las fuerzas militares del adversario pueden volverse tan poco confiables que ya simplemente no obedezcan las órdenes de reprimir a los de la resistencia. Aunque los dirigentes del gobierno permanezcan en sus posiciones y sigan firmes en cuanto a sus objetivos originales, han perdido la capacidad de actuar con efectividad. A esto se le llama coerción no violenta.

En algunas situaciones extremas, las condiciones que ha producido la coerción no violenta van aún más lejos. La dirigencia adversaria, de hecho, pierde toda su capacidad de actuar, y se viene abajo toda su estructura de poder. La auto conducción, la no cooperación y el desafío de los de la resistencia se hacen tan perfectos que sus adversarios ahora carecen hasta del simulacro de control sobre ellos. La burocracia del adversario se niega a obedecer a su propia dirigencia. Las tropas de los adversarios y su policía se amotinan. Los simpatizantes y colaboradores del poder adverso repudian a sus antiguos dirigentes y les niegan derecho alguno a mandar. A partir de esto, la antigua obediencia y colaboración desaparecen. El cuarto mecanismo de cambio, la desintegración del sistema del adversario, es tan completo que éste no tiene siquiera poder suficiente para rendirse. El régimen se ha desintegrado.

Al planificar las estrategias para la liberación, estos cuatro mecanismos deben tenerse en cuenta. Algunas veces operan por casualidad. Sin embargo, la selección de uno o más de éstos como el mecanismo de cambio escogido para que obre en el conflicto, hará posible que se formulen estrategias específicas que se refuercen mutuamente. La selección de uno o más mecanismos dependerá de numerosos factores, inclusive del poder absoluto y relativo de los grupos contendientes y de las actitudes y objetivos del grupo no violento.

Efectos democratizadores del desafío político
En contraste con los efectos centralizantes de las sanciones violentas, el empleo de las técnicas de la lucha no violenta contribuye a democratizar la sociedad de varias maneras.

Una parte del efecto democratizador es negativo. Esto es, en contraste con los medios armados, esta técnica no suministra un instrumento para la represión bajo el mando de una élite gobernante, que pueda volverse contra la población para establecer y mantener una dictadura. Los líderes de un movimiento de desafío político pueden influir en o presionar a sus seguidores, pero no pueden ni encarcelarlos ni ajusticiarlos si disienten o escogen otros líderes.

La otra parte del efecto democratizador es positiva. Esto quiere decir que la lucha no violenta le da a la población armas para la resistencia, que podrán usar para defender sus libertades tanto contra los dictadores que existen como contra los que puedan existir. A continuación, mencionamos varios de los efectos democratizadores positivos que tiene la lucha no violenta:

• La experiencia de aplicar la lucha no violenta puede hacer que la población confíe más en sí misma, en cuanto a desafiar las amenazas del régimen y la capacidad de éste para la represión violenta.

• La lucha no violenta entrega las armas de la no cooperación y el desafío, mediante las cuales la población puede resistirse a los controles no democráticos que imponga sobre ella cualquier grupo dictatorial.

• La lucha no violenta se puede usar para defender la práctica de las libertades democráticas, tales como la de expresión, la prensa libre, las organizaciones independientes y el derecho a reunirse enfrentándose a controles represivos.

• La lucha no violenta contribuye en forma importante a la supervivencia, renacimiento y fortalecimiento de los grupos e instituciones independientes de la sociedad como mencionamos antes. Estas son importantes para la democracia por el valor que tienen para movilizar la capacidad de poder de la población y de imponerle límites al poder efectivo de cualquier dictador en potencia.

• La lucha no violenta suministra armas mediante las cuales la población logra concentrar su poder contra la acción represiva, policiaca o militar, ejercida por un gobierno dictatorial.

• La lucha no violenta ofrece métodos mediante los cuales la población y las instituciones independientes pueden, en interés de la democracia, restringirle o negarle los recursos de poder a la minoría gobernante y por lo tanto, amenazar su capacidad de seguir ejerciendo la dominación.

La complejidad de la lucha no violenta

Como hemos visto en esta exposición, la lucha no violenta es una compleja técnica de acción social, que comprende una multitud de métodos, una serie de mecanismos de cambio y unos requisitos conductuales específicos. Para que resulte efectivo, especialmente contra una dictadura, el desafío político requiere preparación y planeación. Los probables participantes tendrán necesidad de comprender qué se espera de ellos. Hace falta que haya recursos disponibles. Los estrategas tendrán que haber analizado cómo se puede aplicar la lucha no violenta con más efectividad. Ahora dirigiremos nuestra atención hacia ese elemento crucial: la necesidad de una planificación estratégica.

Seis
Necesidad de la Planificación Estratégica
Las campañas de desafío político contra las dictaduras pueden empezar de varias maneras. En el pasado, estas luchas casi nunca se planeaban y eran de hecho accidentales. Algunos de los agravios específicos que desencadenaron las acciones anteriores han variado notablemente, pero a menudo incluyeron nuevas brutalidades, el arresto o la muerte de una persona tenida en alta estima, una nueva política o regulación represiva, escasez de alimentos, falta de respeto a las creencias religiosas o el aniversario de un importante acontecimiento relacionado con el hecho. A veces una acción específica de parte de la dictadura ha enfurecido a la población de tal manera que ésta se ha precipitado a la acción, sin tener la menor idea de cómo podía acabar la insurgencia. Otras veces, un individuo valiente o un pequeño grupo, puede haber iniciado una acción que atrajo apoyo. Un malestar específico puede ser reconocido por otros como semejante a las injusticias que ellos han experimentado, y éstos también podrán, en consecuencia, sumarse a la lucha. A veces un llamado a la resistencia por parte de un pequeño grupo o de una persona puede encontrar inesperadamente una inmensa acogida.

Aunque la espontaneidad tiene algunas cualidades valiosas, a menudo ha ofrecido desventajas. Con frecuencia los de la resistencia democrática no han previsto las brutalidades de la dictadura. En consecuencia, han tenido que sufrir gravemente, y la resistencia se ha desplomado. A veces, la falta de planificación por parte de los demócratas ha dejado las decisiones cruciales al azar, con resultados desastrosos. Aun cuando el sistema represivo haya sido derribado, la falta de planificación en cuanto a cómo manejar la transición a un sistema democrático ha facilitado el surgimiento de una nueva dictadura.

Planificación realista

En el futuro, la acción popular no planificada indudablemente va a jugar un papel importante en los movimientos contra las dictaduras. Sin embargo, ahora ya es posible calcular los modos más efectivos de dar al traste con una dictadura, determinar cuando la situación política y el sentir popular están maduros, y cómo decidir la manera de comenzar una campaña. Se requiere un juicio muy cauto, basado en un cálculo realista de la situación y de las capacidades del pueblo, para seleccionar la manera más efectiva de conquistar la libertad en tales circunstancias.

Si uno desea lograr algo, es de sabios planear cómo hacerlo.

Mientras más importante sea la meta, o mayor la gravedad de las consecuencias en caso de fracaso, más importante resulta la planeación. La planificación estratégica aumenta la probabilidad de que todos los recursos que puedan conseguirse se movilicen y empleen de la manera más efectiva. Esto es especialmente cierto cuando se trata de un movimiento democrático—que dispone de recursos materiales limitados y cuyos colaboradores están en peligro— que esté tratando de derribar una potente dictadura. Por el contrario, la dictadura por lo general tiene acceso a muchos recursos materiales, fuerza organizativa y capacidad de cometer barbaridades.

“Planificar una estrategia” aquí quiere decir calcular un curso de acción que hará factible pasar de una situación presente a un futuro deseado. En los términos de esta discusión, significa pasar de la dictadura a un sistema democrático en el futuro. Un plan para alcanzar esos objetivos por lo general consiste en una serie, en distintas etapas, de campañas y otras actividades, organizadas y diseñadas para fortalecer a la población y la sociedad oprimidas y para debilitar la dictadura. Adviértase aquí que el objetivo no es simplemente destruir la dictadura en curso, sino establecer un sistema democrático. Una gran estrategia que limite su objetivo sólo a destruir la dictadura en boga corre un terrible riesgo de producir otro tirano.

Obstáculos a la planificación

Algunos partidarios de la libertad, en diversas partes del mundo, no ponen toda su capacidad al servicio de cómo alcanzar la liberación. Sólo raramente esos abogados de la causa reconocen plenamente la importancia de una meticulosa planificación estratégica antes de actuar. Por lo tanto, casi nunca lo hacen.

¿Por qué será que las personas que tiene la visión de traer la libertad política a su pueblo, tan raramente preparan un plan estratégico global a fin de alcanzar esa meta? Desafortunadamente, con frecuencia la mayoría de los miembros de un grupo democrático de oposición no entienden la necesidad que hay de planear o no están acostunbrados o capacitados a pensar estratégicamente.

Esta es una tarea difícil. Constantemente acosados por la dictadura y agobiados por sus responsabilidades inmediatas, los líderes de la resistencia no tienen ni la seguridad ni el tiempo para desarrollar las destrezas de cómo pensar en base a lo estratégico.

Por el contrario, el patrón común es simplemente reaccionar a las iniciativas de la dictadura. Así la oposición está siempre a la defensiva, tratando de defender libertades limitadas o los bastiones de la libertad; en el mejor de los casos, demorando el avance de los controles dictatoriales, u ocasionándoles problemas a las nuevas políticas del régimen.

Algunos individuos o grupos, por supuesto, no ven que haya necesidad de una amplia planificación a largo plazo para un movimiento de liberación. En cambio, piensan ingenuamente que si ellos simplemente se abrazan a sus ideales con fuerza y tesón durante un tiempo suficiente, de alguna manera acabarán por realizarlos. Otros asumen que porque simplemente viven y dan testimonio de sus principios e ideales frente a las dificultades, están haciendo cuanto pueden para implementarlos.

El compromiso con los objetivos humanitarios y la lealtad a los ideales son admirables pero inadecuados para acabar con una dictadura y conquistar la libertad.

Otros opositores de la dictadura muy ingenuamente creen que si sólo llegan a emplear la violencia suficiente, la libertad llegará sola. Pero, como apuntamos antes, la violencia no garantiza el éxito.

En vez de a la liberación, ésta puede llevar a la derrota, a la tragedia masiva o a ambas. En la mayoría de los casos la dictadura está mejor equipada para la lucha violenta, y las realidades militares rara vez están a favor de los demócratas.

También hay activistas que basan su acción en lo que ellos sienten que deben hacer. Estos modos de abordar la situación son no sólo egocentristas sino que no ofrecen guía alguna para desarrollar una gran estrategia de liberación.

La acción basada en la “idea genial” que alguien haya tenido también es limitada. Lo que se necesita en lugar de eso es la acción basada en un cálculo minucioso de los “siguientes pasos” que hay que dar para derrocar la dictadura. Sin un análisis estratégico, los líderes de la resistencia a menudo no sabrán cuál deberá ser ese “siguiente paso”, porque no han pensado seriamente en los pasos sucesivos que hay que dar para alcanzar la victoria. La creatividad y las ideas brillantes son muy importantes, pero tienen que ser utilizadas para hacer avanzar la causa de las fuerzas democráticas.

Sagazmente alerta en cuanto a la multitud de acciones que podrían tomarse contra la dictadura, e incapaces de determinar cuándo empezar, algunas personas aconsejan “Hacerlo todo al mismo tiempo”. Esto podría ser útil, pero, por supuesto, es imposible, especialmente en momentos relativamente débiles. Es más, un enfoque semejante no suministra una guía acerca de dónde comenzar, dónde concentrar el esfuerzo y cómo usar los recursos, la mayor parte de las veces limitados.

Otras personas o grupos pueden contemplar la necesidad de alguna planificación, pero sólo pueden pensarla a corto plazo y sobre base táctica. Puede que no vean que una planificación a largo plazo es necesaria o posible. Puede que a veces sean incapaces de pensar y analizar en términos estratégicos, y se permiten, repetidamente, ser distraídos por cuestiones de poca monta, a menudo respondiendo más a las acciones de sus adversarios en lugar de tomar la iniciativa para la resistencia democrática. Dedicándoles tanta energía a actividades de corto plazo, estos líderes con frecuencia dejan de explorar cursos alternativos de acción, donde podrían encauzarse todos los esfuerzos para ir acercándose progresivamente a la meta.

También es quizá posible que algunos movimientos democráticos no planeen una gran estrategia para hacer caer la dictadura, sino que se concentren en problemas inmediatos por alguna muy buena razón.

En su fuero interno no creen que pueden acabar con la dictadura por su propio esfuerzo. Por consiguiente, el planear cómo hacerlo se considera una romántica pérdida de tiempo o un ejercicio inútil.

Los que luchan por la libertad contra una dictadura brutal bien establecida tienen que enfrentarse a un poder militar y policiaco tal que parece que los dictadores siempre podrán salirse con la suya.

Carentes de verdadera esperanza, estas personas, a pesar de todo, desafiarán la dictadura por razones de integridad o tal vez de historia.

Aunque no lo admitan nunca, ni lo reconozcan jamás, sus acciones a sus propios ojos estarán desprovistas de esperanza. A partir de ahí, para ellos la planeación de una gran estrategia a largo plazo no vale la pena.

El resultado de esa incapacidad de planear estratégicamente suele ser drástico: se dispersan las fuerzas, las acciones son inefectivas, se dilapida la energía en asuntos sin importancia, y los sacrificios se hacen para nada. Si los demócratas no planifican estratégicamente, lo más probable es que no alcancen sus objetivos.

Una mezcla de acciones no planeadas ni integradas, no va a llevar adelante ningún esfuerzo de resistencia significativo. En lugar de ello, lo más probable es que le permitan a la dictadura aumentar sus controles y su poder.

Desafortunadamente, porque rara vez se desarrollan planes estratégicos amplios para la liberación, las dictaduras parecen ser más duraderas de lo que de hecho son. Sobreviven por años y décadas más allá de lo que podría ser el caso.

Cuatro términos importantes para la planificación estratégica

A fin de ayudarnos a pensar estratégicamente, es importante percibir con claridad qué significan cuatro términos básicos.

La gran estrategia: es la concepción que sirve para coordinar y dirigir el uso de todos los recursos apropiados y disponibles (económicos, humanos, morales, políticos, organizacionales, etc.) de un grupo que busca alcanzar sus objetivos en un conflicto.

La gran estrategia, al enfocar la atención del grupo en los objetivos primarios y en los recursos en el conflicto, escoge entre las técnicas de acción más apropiadas (tales como la acción militar convencional o la lucha no violenta) cuál ha de emplearse en la contienda. Al planear la gran estrategia, los líderes de la resistencia deben evaluar y planificar qué presiones e influencias han de aplicarse sobre los adversarios.

Más adelante, la gran estrategia tendrá que ocuparse de las decisiones sobre las condiciones y el momento apropiado en que las campañas de resistencia, iniciales y subsecuentes, deban echarse a andar.

La gran estrategia sienta el organigrama básico para la selección de las estrategias menores con las que se ha de desarrollar la lucha.

La gran estrategia, además, determina a cuáles grupos específicos se les encomendarán tareas generales así como la distribución de los recursos que se han de emplear en la lucha.

La estrategia es la concepción de cómo alcanzar los objetivos en un conflicto de la mejor manera, operando en el ámbito de la gran estrategia escogida. La estrategia tiene que ver con si se ha de pelear o no, y cuándo y cómo, así como con el modo de lograr el máximo de efectividad al luchar por ciertos fines. A la estrategia se la ha comparado con el concepto del artista, y a la planificación estratégica con el proyecto o plano detallado de un arquitecto.12

12 Robert Helvey, comunicación personal, 15 de agosto de 1993.

La estrategia incluirá también los esfuerzos por desarrollar una situación tan ventajosa para los retadores que los retados puedan prever que un conflicto abierto les ocasionaría una derrota, y así se decidan a capitular sin llegar al combate. 0 si no, que la situación estratégica sea tan buena que el triunfo de los retadores en la contienda resulte evidente. La estrategia comprende también cómo usar bien los triunfos obtenidos.

Aplicado al desarrollo de la lucha en sí, el plan estratégico indica cómo debe desarrollarse la campaña y cómo los diferentes componentes de la misma tienen que combinarse unos con otros, para llevarla lo más ventajosamente posible a conquistar sus objetivos. Comprende el hábil desplazamiento de los grupos de acción particulares, en operaciones menores. La planeación de una buena estrategia, tiene que considerar que se requiere una técnica de lucha, escogida para el éxito de la operación. Las diferentes técnicas tendrán diferentes exigencias. Por supuesto, el cumplir con
“requisitos” no basta para asegurar el triunfo. Pueden necesitarse otros factores.

Al trazar las estrategias, los demócratas han de definir claramente sus objetivos, y determinar cómo medir la efectividad de los esfuerzos para alcanzarlos. Esta definición y análisis permite al estratega identificar las condiciones precisas para lograr cada objetivo seleccionado. La necesidad de claridad y definición se aplica igualmente a la planificación táctica.

Las tácticas y los métodos de acción se usan para llevar a cabo la estrategia. La táctica se refiere al mejor uso de las propias fuerzas, para obtener la máxima ventaja, en una situación limitada. Una táctica es una acción limitada, que se usa para alcanzar un objetivo restringido. La selección de las tácticas se rige por el principio de cómo usar de la mejor manera, en una fase limitada del conflicto, los medios disponibles de combate para implementar la estrategia. Para ser más efectivos, las tácticas y los métodos siempre deben escogerse y aplicarse para lograr los objetivos estratégicos.

Las victorias tácticas que no refuerzan la consecución de los objetivos estratégicos pueden, al final, convertirse en energía despilfarrada.

Una táctica, por lo tanto, se escoge en función de un curso de acción limitado, que encaja dentro de una estrategia más amplia; así como una estrategia encaja dentro de la gran estrategia. Las tácticas siempre tienen que ver con la lucha mientras que la estrategia incluye consideraciones más amplias. Una táctica en particular sólo puede ser comprendida como parte de la estrategia total de una batalla o de una campaña. Las tácticas se aplican por un período de tiempo más breve que las estrategias, en áreas más reducidas (geográficas, institucionales, etc.), por un número más limitado de personas, o para lograr objetivos más limitados. En la acción no violenta, la distinción entre un objetivo táctico y otro estratégico puede deberse parcialmente a que el objetivo de la acción sea más o menos importante.

Las alianzas tácticas ofensivas se escogen para apoyar la conquista de los objetivos estratégicos. Los compromisos tácticos son herramientas de las que se vale el estratega a fin de crear condiciones favorables para dirigir ataques decisivos contra un adversario. Es muy importante, por consiguiente, que aquellos a quienes se ha dado la responsabilidad de planificar y ejecutar las operaciones tácticas tengan la habilidad de discernir la problemática de la situación y escoger los procedimientos más apropiados para enfrentarla. Aquellos que se supone que han de participar, deben estar entrenados en el uso de la táctica escogida y en los medios específicos.

El método o procedimiento se refiere a las armas específicas o medios de acción. Entre las técnicas de la lucha no violenta se incluyen docenas de formas particulares de acción (tales como los muchos tipos de huelga, el boicot, la resistencia pasiva política y otras parecidas), citadas en el Capítulo Cinco. (Ver también el Apéndice.)

El desarrollo de un plan estratégico responsable y efectivo, para una lucha no violenta, depende de la selección y formulación minuciosa de la gran estrategia, las estrategias de campaña, las tácticas y los métodos.

La lección principal de esta discusión es que para liberarse de una dictadura se requiere un uso calculado de nuestro propio intelecto para planificar cuidadosamente la estrategia. La incapacidad de planificar inteligentemente puede contribuir al desastre, mientras que el empleo efectivo de nuestras capacidades intelectuales puede trazar el rumbo de un curso estratégico que juiciosamente utilice nuestros recursos disponibles para impulsar a la sociedad hacia los objetivos de la libertad y la democracia.

Siete
Planificando la Estrategia
Para aumentar las posibilidades de éxito, los líderes de la resistencia necesitarán formular un plan de acción global, capaz de fortalecer a la gente que sufre, debilitar la dictadura, después destruirla, y construir una democracia duradera. Para poder llevar a cabo tal plan de acción, es necesario hacer un cálculo minucioso de la situación y de las opciones para una acción eficaz. En base a un análisis así de preciso se pueden desarrollar tanto la gran estrategia como las de campañas específicas para alcanzar la libertad. Aunque relacionados entre sí, el desarrollo de la gran estrategia y el de las estrategias de campaña son dos procesos separados. Las estrategias de campaña han de diseñarse para alcanzar y reforzar los objetivos de la gran estrategia.

El desarrollo de la estrategia de resistencia requiere que se preste atención a muchas interrogantes y tareas. Identificaremos aquí algunos de los factores importantes que han de considerarse, a nivel de gran estrategia así como en el de las estrategias de campaña.

Toda la planificación estratégica, sin embargo, requiere que los planificadores de la resistencia tengan una profunda comprensión de toda la dinámica del conflicto, y que le presten atención a los factores históricos, gubernamentales, militares, culturales, sociales, políticos, sicológicos, económicos e internacionales inclusive. Las estrategias sólo pueden desarrollarse en el contexto de la lucha particular y sus antecedentes.

Como asunto de primera importancia, los líderes democráticos y planificadores estrategas querrán plantearse los objetivos y la importancia de la causa. ¿Vale la pena empeñarse en una lucha semejante por esos objetivos? Si es así, ¿por qué? Es crítico determinar el verdadero propósito de la lucha. Ya hemos dicho en este trabajo que no basta con derribar la dictadura, o quitar a los dictadores actuales. El objeto de estas luchas debe ser el establecimiento de una sociedad libre, con un sistema democrático de gobierno. La claridad sobre estos puntos influirá en el desarrollo de la gran estrategia y de las subsiguientes estrategias específicas.

En particular, los estrategas tienen que dar respuesta a muchas interrogantes fundamentales como éstas:

• ¿Cuáles son los principales obstáculos para lograr la libertad?

• ¿Qué factores facilitarían el alcanzarla?

• ¿Cuáles son los puntos fuertes de la dictadura?

• ¿Cuáles son las diversas debilidades de la dictadura?

• ¿Hasta qué punto son vulnerables las fuentes de poder de la dictadura?

• ¿Cuáles son los puntos fuertes de las fuerzas democráticas y de la población en general?

• ¿Cuáles son los puntos débiles de las fuerzas democráticas y de la población en general, y cómo pueden corregirse?

• ¿Cuál es la posición de terceras personas no inmediatamente involucradas en el conflicto que están ayudando, o podrían ayudar, bien a la dictadura, bien al movimiento democrático y cómo podrían hacerlo?

Escogiendo los medios

A nivel de gran estrategia, se necesitará que los estrategas escojan el medio de lucha idóneo que ha de emplearse en el conflicto venidero.

Necesitan evaluar las ventajas y limitaciones de varias técnicas alternativas de lucha, tales como la beligerancia militar convencional, la guerra de guerrillas, el desafío político y otras.

Para llevar a cabo esta selección, los estrategas necesitan considerar interrogantes como las siguientes:

¿Estará el tipo de lucha que se escoja dentro del marco de las capacidades de los demócratas?

¿Utilizará la técnica escogida las fuerzas de la población dominada?

¿Enfoca la técnica escogida las debilidades de la dictadura o busca golpearla donde está más fuerte? ¿Los medios que se usen ayudarán a los demócratas a cobrar más confianza en sí mismos, o dependerán de terceras personas o de proveedores externos? ¿Qué historial tienen los medios escogidos de haber servido para el derrocamiento de otras dictaduras? ¿Producirán un aumento, o una disminución en la cantidad de víctimas y otras pérdidas que podrían ocurrir en el conflicto venidero? Asumiendo que se vaya a tener éxito en cuanto al derrocamiento de la dictadura, ¿qué efecto tendrían los medios escogidos en el tipo de gobierno que emerja después de la lucha? Es necesario excluir los tipos de acción que se consideren contraproducentes para el desarrollo de la gran estrategia.

En los capítulos anteriores hemos argumentado que el desafío político ofrece ventajas significativas en comparación con las otras técnicas de lucha. Los estrategas tendrán que analizar la dinámica de sus conflictos particulares, y determinar si el desafío político responde afirmativamente a las interrogantes anteriores.

Planificando para la democracia

Debemos recordar que el objetivo de la gran estrategia contra la dictadura no es simplemente la caída de los dictadores sino establecer un sistema democrático y hacer imposible el surgimiento de una nueva dictadura. Para alcanzar estos objetivos será necesario que los medios de lucha que se escojan contribuyan a cambiar la distribución del poder efectivo de la sociedad. Bajo la dictadura, la población y las instituciones civiles de la sociedad han sido demasiado débiles y el gobierno demasiado fuerte. Si no se corrige este desequilibrio, la nueva camarilla, si así lo quisiere, podría ser tan dictatorial como la anterior. Una “revolución palaciega” o un golpe de estado, por consiguiente, no es bienvenido.

El desafío político contribuye a una más equitativa distribución del poder efectivo, mediante la movilización de la sociedad contra la dictadura, tal como fue discutido en el Capítulo Cinco. Este proceso ocurre de diversas maneras. El desarrollo de una capacidad de lucha noviolenta significa que la capacidad de represión violenta de la dictadura ya no va a producir la intimidación ni la sumisión de la población tan fácilmente. Ésta va a tener a su disposición poderosos medios de acción para contrarrestar y, a veces, hasta bloquear el ejercicio del poder de los dictadores. Además, la movilización del poder popular por medio del desafío político va a fortalecer las instituciones independientes de la sociedad. La experiencia de haber ejercido alguna vez un poder efectivo no se olvida fácilmente. El conocimiento y adiestramiento que se adquieren en la lucha harán que la población sea menos propensa a que los posibles dictadores la dominen en el futuro. Este cambio en las relaciones de poder hará mucho más probable el establecimiento de una sociedad democrática duradera.

Ayuda del exterior

Como parte de la preparación de la gran estrategia, se necesita calcular qué papel han de jugar la resistencia interna y las presiones externas en la desintegración de la dictadura. En este análisis, hemos insistido que la fuerza principal de la lucha debe provenir del interior mismo del país. El nivel que llegue a alcanzar la ayuda internacional dependerá de cuánto pueda ésta ser estimulada por la lucha interna.

Como un complemento muy limitado, se pueden hacer esfuerzos por movilizar la opinión pública mundial contra la dictadura desde un punto de vista humanitario, moral o religioso. Se puede trabajar para lograr que los gobiernos y las organizaciones internacionales apliquen sanciones diplomáticas, políticas y económicas contra la dictadura. Éstas podrán ser embargos económicos o de armamento, reducción de los niveles de reconocimiento diplomático, negación de asistencia económica y prohibición de inversiones en el país bajo una dictadura, expulsión del gobierno dictatorial de las diversas organizaciones internacionales y de los organismos de las Naciones Unidas. Además asistencia internacional como ayuda financiera o de comunicaciones, podrá suministrárseles directamente a las fuerzas democráticas.

Formulando una gran estrategia

Después de un estudio de la situación, la selección de los medios y la determinación de qué papel ha de jugar la ayuda del exterior, los planificadores de la gran estrategia tendrán que esbozar a grandes rasgos la mejor manera de desarrollar el conflicto. Este amplio plan se extendería desde el presente hasta la liberación e instauración de un sistema democrático en el futuro. Al formular una gran estrategia, estos planificadores tendrán que hacerse una serie de preguntas. Las siguientes interrogantes, de una manera más específica que antes, plantearán los considerandos que han de tenerse en cuenta al diseñar una gran estrategia para una lucha mediante el desafío político.

¿Cuál es la mejor manera de empezar una lucha a largo plazo?

¿Cómo podría la población oprimida acumular suficientes fuerzas y confianza en sí misma para desafiar la dictadura, aunque inicialmente sea de manera limitada? ¿Cómo puede aumentarse con el tiempo y la experiencia la capacidad de la población de aplicar la no cooperación y el desafío político? ¿Cuáles deberán ser los objetivos a alcanzar en una serie de campañas limitadas, dirigidas a recuperar el control democrático de la sociedad y a limitar el de la dictadura?

¿Quedan aún instituciones independientes que hayan sobrevivido la dictadura y que pueden usarse en la lucha por establecer la libertad? ¿Qué instituciones de la sociedad pueden ser rescatadas del control de los dictadores, o cuáles instituciones han de ser creadas de nuevo por los demócratas para satisfacer las necesidades de éstos y para establecer esferas de ejercicio democrático aún cuando la dictadura continúe?

¿Cómo puede desarrollarse la fuerza organizacional en la resistencia? ¿Cómo se puede adiestrar a los participantes? ¿Qué recursos (financieros, materiales, etc.) se requerirán a lo largo de la lucha? ¿Qué tipo de simbolismo será el más efectivo para movilizar a la población? ¿Por medio de qué tipo de acción y en qué etapas se verán progresivamente debilitados o eliminados los recursos del poder de los dictadores? ¿Cómo puede la población que resiste persistir en el desafío y a la vez mantener la necesaria disciplina no violenta?

¿Cómo podrá la población satisfacer sus necesidades básicas durante el curso de la lucha? ¿Cómo se podrá mantener el orden social en medio del conflicto? ¿Qué hará la resistencia democrática, a medida que se aproxime la victoria, para seguir construyendo las bases de la sociedad de la post-dictadura y lograr que la transición sea lo menos brusca posible?

Recuérdese que no hay un curso prescrito, ni se puede crear un modelo de estrategia para cada movimiento de liberación contra las dictaduras. Cada lucha por derribar un régimen de fuerza y establecer un sistema democrático tendrá que ser diferente. Nunca habrá dos situaciones exactamente iguales. Cada dictadura tiene algunas características individuales, y variarán las capacidades de la población que busca liberarse. Los planificadores de una gran estrategia para una lucha de desafío político requerirán una profunda comprensión, no sólo de su situación específica de conflicto sino también de los medios de lucha que hayan escogido.13

13Se recomienda el estudio completo de Gene Sharp, The Politics of Nonviolent Action (La Política de la Acción Noviolenta), y de Peter Ackerman y Christopher Kruegler, Strategic Nonviolent Conflict (El Conflicto Estratégico Noviolento), (Westport, Connecticut: Praeger, 1994). También ver Gene Sharp, Waging Nonviolent Struggle: Twentieth Century Practice and Twenty-First Century Potential. Venidero.

Cuando la gran estrategia para la lucha ha sido cuidadosamente planificada hay razones de peso para darla a conocer ampliamente. Las grandes cantidades de gente que hace falta que participen estarán más dispuestas y aptas para actuar si entienden la concepción general así como las instrucciones específicas. Es posible que el saber esto tenga un efecto muy positivo en la moral y en su voluntad de participar y actuar apropiadamente. En todos los casos los lineamientos generales de la gran estrategia se darán a conocer a los dictadores y esto, potencialmente, puede llevar a aquéllos a ser menos brutales en su represión, a sabiendas de que, políticamente, puede salirles el tiro por la culata. El haber sido alertados sobre las características especiales de la gran estrategia podría también contribuir a causar disensiones o descontento entre los partidarios del dictador.
Una vez que se ha adoptado un plan estratégico global para hacer caer la dictadura y establecer un sistema democrático, es importante que los grupos democráticos persistan en aplicarlo. En muy raras circunstancias deberá la lucha apartarse del plan inicial de la gran estrategia. Cuando haya abundante evidencia de que la gran estrategia escogida fue mal concebida, o cuando las circunstancias de la lucha hayan cambiado fundamentalmente, es posible que los planificadores tengan que alterar la gran estrategia. Aún entonces, deberá hacerse solamente después de que el cálculo fundamental se haya hecho de nuevo, y se haya desarrollado y adoptado una estrategia nueva más adecuada.

Planificando las estrategias de campaña

No importa cuán sabia y promisoria sea, una gran estrategia desarrollada para terminar con la dictadura no se ejecuta por sí sola.

Hará falta que se desarrollen estrategias particulares para orientar las principales campañas enfocadas al socavamiento del poder de los dictadores. Estas estrategias, en su momento, van a incorporar y dirigir una serie de movimientos tácticos que aspiran a infligir golpes decisivos contra el régimen de los dictadores. Las tácticas y los métodos de acción específicos deben escogerse cuidadosamente para que contribuyan a alcanzar los objetivos de cada estrategia particular. La discusión aquí se enfoca exclusivamente a nivel de estrategia.

Hace falta que los estrategas que planifican las campañas mayores, así como los que planificaron la gran estrategia, tengan una comprensión minuciosa de la naturaleza y de los modos operacionales de la técnica que hayan escogido para la lucha. Así como los oficiales militares tienen que entender de estructuras de fuerza, táctica, logística, pertrechos, efectos geográficos y demás para urdir una estrategia militar, los planificadores del desafío político deben conocer bien la naturaleza y los principios estratégicos básicos de la lucha no violenta. Aunque así fuere, la atención a las recomendaciones de este ensayo y la respuesta a las preguntas que planteamos aquí, no producirán por sí mismos las estrategias. La formulación de las estrategias para la lucha requiere además de una creatividad bien informada.

Al planificar las estrategias para las campañas específicas y selectivas de resistencia, y para el desarrollo a largo plazo de la lucha de liberación, los estrategas del desafío político tienen que considerar varios puntos y problemas, entre los cuales se encuentran los siguientes:

• Determinación de los objetivos específicos de la campaña y de cómo éstos contribuyen a hacer efectiva la gran estrategia;

• Consideración de los métodos específicos o armas políticas que mejor se puedan emplear para implementar la estrategia escogida. Dentro del plan estratégico integral para una campaña en particular, será necesario determinar qué planes tácticos menores y qué métodos de acción específicos se deben emplear para imponer presiones y restricciones a las fuentes de poder de la dictadura. Recuérdese que el alcanzar los objetivos mayores vendrá como resultado de haber escogido cuidadosamente, e implementado específicamente, los pasos menores.

• Determinación de si los asuntos económicos deben relacionarse con la lucha total, que es esencialmente política, y de cómo. Si los asuntos económicos han de ser prominentes en la lucha, hay que cuidar que los malestares económicos de veras podrán remediarse luego de liquidada la dictadura. Si no, la desilusión y el descontento cundirán, a menos que se provean soluciones rápidas durante el período de transición a una sociedad democrática. Esa desilusión puede suscitar el ascenso de las fuerza dictatoriales que prometan poner fin a los malestares económicos.

• Determinación a priori de qué clase de estructura de liderazgo y sistema de comunicaciones funcionarán mejor al comienzo de la lucha de resistencia. ¿Qué medios de tomar decisiones y de comunicación serán posibles durante el curso de la lucha para orientar continuamente a los de la resistencia y a la población en general?

• Comunicación de las noticias de la resistencia a la población, las fuerzas del dictador y la prensa internacional. Las denuncias e informaciones deben ser rigurosamente veraces. Las exageraciones y las reclamaciones infundadas minan el prestigio de la resistencia.

• Planes sobre actividades constructivas independientes— económicas, sociales o educativas—que aumenten la confianza de las personas en sí mismas, para que sean capaces de responder a las necesidades de su propia gente durante el conflicto que va a producirse. Tales proyectos pueden ser administrados por personas que no estén directamente involucrados en las actividades de la resistencia.

• Determinación de qué clase de ayuda exterior es deseable para apoyar una campaña específica o la lucha de liberación en general. ¿Cómo puede la ayuda exterior movilizarse de la mejor manera, y utilizarse, sin hacer depender la lucha interna de factores externos no confiables? Hará falta decidir cuáles de los grupos del exterior son los más apropiados y los más aptos para ayudar, por ejemplo las organizaciones no gubernamentales (movimientos sociales, grupos religiosos o políticos, sindicatos, etc.), los gobiernos y/o las Naciones Unidas y sus diversos cuerpos.

Es más, los planificadores de la resistencia tendrán que tomar medidas para preservar el orden y planear cómo puede responder la gente a sus propias necesidades durante los procesos de resistencia masiva contra los controles dictatoriales. Esta planificación se orienta no sólo a crear estructuras alternativas independientes y democráticas y a responder a las verdaderas necesidades, sino también a reducir la credibilidad del régimen cuando éste declare que es necesaria una represión más severa para poner fin al desorden y la delincuencia.

Difundiendo la idea de la no cooperación

Para un desafío político exitoso contra una dictadura, es esencial que la población capte la idea de la no cooperación. Como se ilustró en el cuento del “Amo de los Monos” (ver Capítulo Tres), la idea básica es sencilla. Si un número suficiente de subordinados se rehusa a seguir cooperando por un tiempo suficiente a pesar de la represión el sistema opresivo se debilitará, y acabará por desplomarse.

Las personas que viven bajo una dictadura pueden ya estar familiarizadas con este concepto por diversas fuentes. Aún así las fuerzas democráticas deben deliberadamente difundir y comunicar a todos los estratos sociales la idea de la no cooperación. La fábula del “Amo de los Monos”, o una semejante, podría difundirse por toda la sociedad. Un cuento así puede comprenderse fácilmente.

Una vez que la población en general haya asimilado el concepto de la no cooperación, la gente podrá entender la relevancia que van a tener en el futuro los llamados a practicar la no cooperación contra la dictadura. De la misma manera podrán, por cuenta propia, improvisar miles de formas específicas de no cooperación en situaciones nuevas.

A pesar de las dificultades y peligros en los intentos de comunicar ideas, noticias e instrucciones de la resistencia cuando se está viviendo bajo una dictadura, los demócratas a menudo han demostrado que sí es posible hacerlo. Aún bajo los regímenes nazis o comunistas, fue posible que los de la resistencia se comunicaran, no sólo con otros individuos, sino con grandes públicos, mediante la publicación de periódicos ilegales, folletos, libros y más recientemente por medio de casetes de audio y video.

Ya con la ventaja de una planificación estratégica previa, se pueden preparar los lineamientos para la resistencia y diseminarlos.

Estos pueden indicar los motivos por los cuales y las circunstancias en que la población debe protestar y suspender la colaboración, y cómo puede esto llevarse a cabo. Entonces, aún cuando las comunicaciones con la dirección democrática se cortaran y no se emitieran o recibieran instrucciones específicas, la población sabría cómo actuar en relación con ciertos asuntos importantes. Tales lineamientos también podrían usarse para comprobar si la policía ha emitido falsas “instrucciones a la resistencia” a fin de provocar una acción que desacredite el movimiento.

La represión y las contramedidas

Los planificadores de la estrategia tienen que calcular las posibles respuestas y la represión, especialmente el umbral de violencia de la dictadura de cara a las acciones de la resistencia democrática. Será preciso determinar cómo enfrentarlas y contraatacarlas, o evitar el posible incremento de la represión sin someterse. Tácticamente, en situaciones específicas, una advertencia apropiada sobre la represión que se espera servirá a los de la resistencia y a la población en general para que sepan los peligros que corren si participan. Si la represión se perfila muy seria, deben tomarse medidas para dar asistencia médica a los heridos de la resistencia.

Anticipándose a la represión, los estrategas harán bien en considerar por adelantado el empleo de tácticas y métodos que contribuyan a alcanzar el objetivo específico de la campaña, o la liberación misma, pero que hagan menos probable o posible una represión excesiva. Por ejempo, las acciones callejeras y las manifestaciones contra las dictaduras extremas pueden ser muy dramáticas, pero pueden arriesgarse a dejar miles de muertos entre los manifestantes. De hecho, el alto costo que éstos paguen puede no aumentar más la presión sobre la dictadura que si todo el mundo se hubiera quedado en su casa, hubiera habido una huelga, o si los funcionarios hubieran participado en un acto de no cooperación masiva.

Si se ha contemplado que la acción provocadora de la resistencia con un alto riesgo de víctimas va a hacer falta para un fin estratégico, entonces hay que calcular con mucho cuidado los posibles costos de la acción y sus ganancias. ¿Estarán los de la población y los de la resistencia listos para comportarse disciplinadamente y de una manera no violenta durante el curso de la lucha? ¿Podrán resistirse a las provocaciones de la violencia? Los planificadores han de considerar qué medidas han de tomarse para mantener la disciplina no violenta, y para sostener la resistencia a pesar de las brutalidades. ¿Serán posibles y a la vez efectivas algunas medidas como los compromisos, las declaraciones de política a seguir, los folletos sobre la disciplina, las convocatorias a las manifestaciones y el boicot aplicado a personas y grupos que aboguen por la violencia? Los dirigentes tienen que estar siempre alerta ante la presencia de agentes provocadores cuya misión será incitar a los manifestantes a la violencia.

Adhiriéndose al plan estratégico

Una vez que un concienzudo plan estratégico se pone en marcha, las fuerzas democráticas no deben dejarse distraer por los movimientos menores que emprendan los dictadores, y que pueden tentarlos a abandonar la gran estrategia o la de una campaña en particular, haciendo que muchas actividades enfoquen asuntos sin importancia.

Tampoco deben permitir que la emoción del momento —quizá en reacción a las nuevas barbaridades efectuadas por la dictadura— permita desviar la resistencia democrática de su gran estrategia o de su estrategia de campaña. Las barbaridades pueden haber sido perpetradas precisamente para provocar que las fuerzas democráticas abandonen su plan bien fundado y hasta lleguen a cometer actos violentos, a fin de que los dictadores puedan derrotarlos más fácilmente.

En tanto el análisis básico se considere acertado, la tarea de las fuerzas pro-democráticas es la de llevarlo adelante paso a paso.

Por supuesto que van a producirse cambios de táctica y de objetivos intermedios. Un buen líder siempre está dispuesto a explotar una oportunidad. Estos ajustes no deben confundirse con los objetivos de la gran estrategia o los de una campaña específica. La minuciosa implementación de la gran estrategia que se haya decidido y de las estrategias de las campañas particulares, va a contribuir grandemente a la victoria.

Ocho
Aplicando el Desafío Político
En situaciones en que la población se siente impotente y asustada, es importante que las tareas iniciales para el público sean acciones de poco riesgo, que le desarrollen la confianza en sí mismo. Esta clase de acciones—tales como vestirse con atuendos diferentes—puede interpretarse públicamente como una opinión disidente y brindar una oportunidad para que el público participe significativamente en un acto de disensión. En otros casos, una cuestión no política de relativamente poca importancia (vista superficialmente) como por ejemplo la consecución de un suministro de agua seguro, puede convertirse en un centro de acción grupal. Los estrategas deben escoger un asunto cuyos méritos sean ampliamente reconocidos y difíciles de rechazar. El éxito en tales campañas limitadas puede ser no sólo corregir malestares específicos sino convencer a la población de que en verdad tiene potencial para ejercer el poder.

En una lucha a largo plazo, la mayor parte de las estrategias de campaña no deben tratar de alcanzar la caída completa e inmediata de la dictadura, sino de lograr objetivos limitados. Cada campaña tampoco va a requerir la participación de todos los sectores de la población.

Al contemplar una serie de campañas específicas para implementar la gran estrategia, los estrategas del desafío tienen que considerar cómo las campañas del comienzo de la lucha, las de la mitad o las ya próximas a su conclusión se diferenciarán unas de otras.

Resistencia selectiva

En los momentos iniciales de la lucha las campañas separadas con distintos objetivos específicos pueden ser muy útiles. Estas campañas selectivas pueden hacerse una tras otra. Ocasionalmente dos o tres pueden ocurrir al mismo tiempo.

Al planificar una estrategia para la “resistencia selectiva” es necesario identificar motivos limitados y específicos o malestares que simbolizen la opresión de la dictadura en general. Tales asuntos pueden ser los objetivos estratégicos intermedios dentro de la gran estrategia global.

Es necesario que estos objetivos estratégicos intermedios sean alcanzables para la capacidad de poder, actual o proyectada, de las fuerzas democráticas. Esto ayuda a asegurar una serie de victorias que son buenas para levantar la moral, y que también contribuyen a que se produzcan cambios incrementales en las relaciones de poder que resulten ventajosos para una lucha a largo plazo.

Las estrategias selectivas de la resistencia deberán concentrarse en primer lugar en cuestiones sociales, económicas o políticas. Estas se pueden escoger a fin de conservar alguna parte del sistema social y político fuera del control de los dictadores, para recuperar el control de alguna porción de este sistema actualmente bajo el control de los dictadores, o para negar a los dictadores algún objetivo en particular.

Si es posible, la campaña de resistencia selectiva debe también atacar una o más de las debilidades de la dictadura, tal como lo hemos explicado. En consecuencia, los demócratas pueden producir el mayor impacto posible con la capacidad de poder que tengan a su alcance.

Muy al principio, los estrategas tienen que planificar por lo menos la estrategia para la primera campaña. ¿Cuáles han de ser sus objetivos limitados? ¿Cómo van éstos a ayudar a la realización de la gran estrategia? Si es posible, sería prudente formular por lo menos los lineamientos generales para una segunda y acaso hasta una tercera campaña. Todas esas campañas han de llevar a cabo la gran estrategia escogida y operar dentro de los lineamientos generales de ésta.

El reto simbólico

Al principio de una nueva campaña para minar la dictadura, las primeras y más específicas acciones pueden tener un campo limitado.

Deben estar diseñadas en parte para probar el estado de ánimo de la población e influir en él, y prepararla para continuar la lucha a través de la no cooperación y el desafío político.

La acción inicial podría tomar la forma de una protesta simbólica o podría ser un acto simbólico de no cooperación limitada y temporal. Si el número de personas dispuestas a actuar es limitado, entonces la acción inicial podría consistir, por ejemplo, en depositar una ofrenda floral en algún lugar de importancia simbólica. Por otra parte, si el número de los dispuestos a actuar es muy grande, entonces podría hacerse un paro de cinco minutos en todas las actividades u observar algunos minutos de silencio. En otras situaciones, unos cuantos individuos pueden ponerse en huelga de hambre, reunirse para una vigilia en un lugar de importancia simbólica, practicar un breve boicot estudiantil a las clases, o entrar y sentarse en una oficina importante por un tiempo limitado. Una dictadura probablemente reprimiría con crueldad las acciones más agresivas.

Ciertas acciones simbólicas como la ocupación física del territorio frente al palacio del dictador o de los cuarteles de la policía pueden incurrir en un gran riesgo; por lo tanto, no son recomendables para iniciar una campaña.

Las primeras acciones de protesta simbólica a veces han suscitado una gran atención nacional e internacional, como las demostraciones masivas en Birmania en 1988 o la ocupación y huelga de hambre por los estudiantes de la plaza de Tiananmen en Beijin en 1989. El elevado número de víctimas entre los manifestantes en ambos casos subraya el gran cuidado que tienen que tener los estrategas cuando planifican las campañas. Aun cuando estas acciones tengan un tremendo impacto moral y sicológico, por sí mismas no es probable que hagan caer la dictadura, porque permanecen dentro de lo simbólico y no alteran la posición de poder de la dictadura.

Por lo general no es posible negarles por completo a los dictadores el acceso a los recursos de poder al principiar la lucha.

Para eso haría falta que prácticamente toda la población y casi todas las instituciones de la sociedad—las cuales desde antes les han estado muy sometidas—rechazaran absolutamente al régimen y que de pronto lo desafiaran mediante una fuerte y masiva no cooperación.

Eso todavía no ha ocurrido, y alcanzarlo sería sumamente difícil.

En la mayoría de los casos, por consiguiente, una rápida campaña de completa no cooperación y desafío no sería una estrategia realista para una campaña inicial contra la dictadura.

Distribuyendo las responsabilidades

Durante una campaña selectiva de resistencia, ciertos grupos de la población son los más castigados. En una campaña posterior con un objetivo diferente, el peso de la lucha se desplazará hacia otros grupos. Por ejemplo, los estudiantes pueden irse a la huelga por una cuestión referente a la educación, los dirigentes religiosos y los fieles pueden concentrarse en el tema de la libertad de cultos, los trabajadores de los ferrocarriles pueden observar tan meticulosamente las regulaciones de seguridad que lleguen a retardar en extremo todo el sistema ferroviario, los periodistas pueden desafiar la censura publicando un espacio en blanco en el periódico donde hubiera correspondido un artículo prohibido, la policía una y otra vez puede errar y no localizar ni detener a los miembros de la oposición democrática que buscan. El escalonar las campañas de resistencia según los motivos y el sector de la población que ha de actuar les permitirá a otros sectores descansar un poco mientras la resistencia prosigue.

La importancia de la resistencia selectiva consiste en defender la existencia y autonomía de los grupos políticos, económicos y sociales así como a las instituciones fuera del control de la dictadura, como lo mencionamos antes. Estos centros de poder proporcionan las bases institucionales desde las cuales la población puede ejercer presión o resistirse a los controles dictatoriales. En la lucha, es probable que sean los primeros en ser golpeados por la dictadura.

Apuntando al poder del dictador

A medida que la lucha a largo plazo se desarrolla más allá de las estrategias iniciales hacia fases más ambiciosas y avanzadas, los estrategas han de calcular cómo limitar más las fuentes de poder del dictador. El objetivo será usar la no cooperación popular a fin de crear una nueva situación estratégica más ventajosa para las fuerzas democráticas.

A medida que las huestes democráticas cobran fuerza, los estrategas organizan formas de no cooperación y de desafío más ambiciosas para negarle a la dictadura los recursos del poder, para propiciar una parálisis política y por último el fin de la dictadura y su desintegración.

Será necesario planificar con cuidado cómo podrán las huestes democráticas debilitar el apoyo que personas y grupos hayan ofrecido a la dictadura previamente. ¿Se resquebrajará este apoyo cuando les revelen las brutalidades perpetradas por el régimen, cuando les expongan las desastrosas consecuencias económicas de las políticas del dictador, o cuando tengan nuevos elementos para comprender que se puede acabar con la dictadura? Hay que llevar a los defensores de la dictadura por lo menos a permanecer neutrales, a no tomar partido o mejor a convertirse en defensores activos del movimiento por la democracia.

Durante la planificación e implementación del desafío político y la no cooperación, es muy importante prestar atención a todos los defensores y auxiliares de los dictadores, inclusive a su camarilla interna, al partido político, la policía y la burocracia, pero especialmente al ejército.

Haría falta calcular bien el grado de lealtad a la dictadura de las fuerzas militares, tanto soldados como oficiales, y determinar si son susceptibles de ser influidas por las fuerzas democráticas. ¿Pudieran los soldados comunes y corrientes ser unos presos descontentos y asustados del régimen? ¿Se podría poner en contra del régimen a muchos de los soldados y oficiales por razones personales, familiares o políticas? ¿Qué otros factores harían a los soldados y oficiales vulnerables a la subversión democrática?

Desde el inicio en la lucha de liberación debe desarrollarse una estrategia especial para comunicarse con las tropas y funcionarios del dictador. Mediante palabras, símbolos y acciones, las fuerzas democráticas pueden informar a las tropas que la lucha de liberación va a ser vigorosa, decidida y persistente. Las tropas han de saber que la lucha va a tener un carácter especial destinado a socavar la dictadura, pero que no amenaza su vida. Tales esfuerzos aspiran en última instancia a minar la moral de las tropas del dictador y finalmente a subvertir su lealtad y obediencia a favor del movimiento democrático. Se debe intentar llegar a la policía y a los funcionarios con estrategias similares.

El intento de ganar simpatías entre las fuerzas del dictador y eventualmente a inducirlas a la desobediencia no debe interpretarse, sin embargo, como una invitación a que las fuerzas militares produzcan una rápida interrupción de la dictadura mediante una acción militar. Una acción semejante no es posible que dé paso a una democracia que funcione, porque, como ya hemos explicado, un golpe de estado sirve de poco para cambiar el desequilibrio de las relaciones de poder entre el pueblo y los gobernantes. Por consiguiente, es necesario planear cómo puede hacérseles entender a los oficiales militares que simpatizan con los demócratas que ni un golpe militar ni una guerra civil son necesarios o deseables.

Los oficiales simpatizantes pueden jugar papeles vitales en la lucha democrática tales como difundir entre las fuerzas militares el descontento y la no cooperación, alentando las deficiencias deliberadas y calladamente hacer caso omiso de las órdenes, manteniéndose firmes en su decisión de no reprimir. El personal militar puede también brindar varias formas de asistencia no violenta y positiva al movimiento democrático entre las que se incluye facilitar el paso seguro, información, comida, suministros médicos y otros.

El ejército es uno de los recursos de poder más importantes de los dictadores porque éstos pueden usar las unidades militares disciplinadas y su armamento para atacar directamente a la población desobediente y castigarla. Los estrategas del desafío deben recordar que va ser extraordinariamente difícil, si no imposible, desmantelar la dictadura si la policía, la burocracia y las fuerzas armadas se mantienen plenamente leales y obedientes en el cumplimiento de sus órdenes. Las estrategias orientadas a subvertir la lealtad de las huestes del dictador deben gozar de una prioridad especial de parte de los planificadores democráticos.

Las fuerzas democráticas deben recordar que el descontento y la desobediencia entre las fuerzas armadas y de la policía pueden resultar altamente peligrosas para los miembros de esos grupos.

Pueden esperar penas muy severas por los actos de desobediencia, y la muerte por ejecución en caso de amotinamiento. Las fuerzas democráticas no deben pedirles a los soldados y oficiales que se amotinen inmediatamente; en lugar de eso, donde sea posible la comunicación, debe aclarárseles que hay múltiples formas de “desobediencia disimulada” que sí pueden ser practicadas desde el principio. Por ejemplo, los policías o los soldados de tropa pueden entorpecer el cumplimiento de las órdenes de distribución, no acertar a encontrar a las personas buscadas, advertir a los de la resistencia acerca de las órdenes de represión que se han dictado contra ellos así como de los arrestos y deportaciones, y pueden dejar de transmitir información importante para sus oficiales superiores. Por su parte, los oficiales descontentos con el régimen pueden no transmitir, o demorar la transmisión de las órdenes de represión a los mecanismos encargados de ejecutarlas. Pueden disparar por encima de las cabezas de los manifestantes. Los funcionarios del estado pueden perder o traspapelar las instrucciones, trabajar deficientemente, o “enfermarse” para tener que permanecer en casa hasta “curarse”.

Cambios en la estrategia

Los estrategas del desafío político tienen que estar constantemente evaluando cómo la gran estrategia y las estrategias de campañas específicas se están implementando. Es posible por ejemplo, que la lucha no marche tan bien como se hubiera esperado. En ese caso hay que pensar qué cambios se necesitan en la estrategia.

¿Qué podría hacerse para aumentar la fuerza del movimiento y retomar la iniciativa? En una situación así habrá que identificar el problema, volver a realizar el cálculo estratégico, si es posible, darle la responsabilidad de la lucha a un sector distinto de la población, movilizar recursos adicionales de poder y desarrollar acciones alternativas. Cuando esto se hubiere hecho, el nuevo plan se implementará inmediatamente.

Si, por el contrario, la lucha ha marchado mucho mejor de lo previsto y la dictadura está desmoronándose antes de lo que se había calculado, ¿cómo podrán las fuerzas democráticas capitalizar esas victorias inesperadas y avanzar hacia la paralización de la dictadura?

Exploraremos esta problemática en el capítulo siguiente.

Nueve
Desintegrando la Dictadura
El efecto acumulativo de estas exitosas campañas de desafío político bien dirigidas sería el fortalecimiento de la resistencia y el establecimiento y expansión de áreas de la sociedad donde la dictadura se encuentra con los límites de su control efectivo. Estas campañas también proporcionan una importante experiencia en cómo negar la cooperación a la dictadura, y cómo manifestar un desafío político. Esta experiencia será de gran ayuda cuando llegue el momento de una no cooperación y un desafío masivos.

Tal como se discutió en el Capítulo Tres, la obediencia, la cooperación y la sumisión son esenciales para que un dictador sea poderoso. Sin acceso a las fuentes de poder político, el poder del dictador se debilita y finalmente se esfuma. El retiro del respaldo es, por lo tanto, la principal acción que se requiere para desintegrar la dictadura. Sería útil repasar cómo se pueden afectar las fuentes del poder mediante el desafío político.

Los actos simbólicos de repudio y desafío se encuentran entre los medios disponibles para minar la moral del régimen y su autoridad política, es decir, su legitimidad. Mientras mayor sea la autoridad de un gobierno, mayor y más confiables serán la obediencia y cooperación que recibirá. La desaprobación moral necesita ser expresada mediante acciones para que la dictadura perciba que es una amenaza seria a su existencia. Es necesario retirarle la cooperación y la obediencia para negarle al régimen el acceso a las otras fuentes de poder.

La fuente de poder segunda en importancia son los recursos humanos, la cantidad e importancia de las personas y grupos que obedezcan o ayuden a los gobernantes y que cooperen con ellos.

Si grandes sectores de la población practican la no cooperación, el régimen realmente se verá en un serio problema. Por ejemplo, si los funcionarios gubernamentales ya no funcionan con su normal eficiencia, o inclusive se quedan en casa, el aparato administrativo se verá gravemente afectado.

De igual manera, si entre las personas o grupos no cooperantes se incluye a los que previamente le han estado aportando tecnologías y conocimientos especializados, entonces los dictadores verán cómo su capacidad de funcionamiento se debilita gravemente. Hasta su capacidad de tomar decisiones ante una información sólida y de desarrollar políticas efectivas se verá seriamente reducida.

Si las influencias sicológicas e ideológicas—llamadas factores intangibles—que por lo general inducen a las personas a obedecer y ayudar a los gobernantes, se debilitan o revierten, la población se inclinará más a desobedecer y no cooperar.

El acceso de los dictadores a los recursos materiales también afecta directamente su poder. Con el control de los recursos financieros del sistema económico, la propiedad, los recursos naturales, el transporte y los medios de comunicación en manos de los verdaderos opositores del régimen, o de otros en potencia, otro recurso de poder importantísimo se les ha vuelto vulnerable o se les ha negado. Las huelgas, el boicot y la creciente autonomía en algunos sectores de la economía, las comunicaciones y el transporte, debilitarán al régimen.

Como ya se discutió anteriormente, la capacidad del dictador para amenazar o aplicar sanciones—castigos contra los sectores no cooperantes, desobedientes o ingobernables de la población—es una fuente central del poder de los dictadores. Ésta puede debilitarse en dos días. En primer lugar, si la población está preparada, como en la guerra, para arriesgarse a serias consecuencias como precio del desafío, la efectividad de las sanciones aplicables se verá drásticamente disminuida; es decir, la represión de los dictadores no logrará el sometimiento deseado. En segundo lugar, si la policía y hasta las mismas fuerza militares se manifiestan descontentas, puede ser que individualmente o en grupo evadan o francamente desacaten las órdenes de arrestar, golpear o disparar contra los de la resistencia. Si los dictadores ya no pueden confiar en la policía y las fuerzas militares, la dictadura está seriamente amenazada.

En síntesis, el éxito contra una dictadura bien afianzada exige que la nocooperación y el desafío le reduzcan y le quiten al régimen las fuentes de poder. Sin la constante reposición de los recursos de poder necesarios, la dictadura se debilitará y finalmente se desintegrará. Una planificación estratégica competente del desafío político contra las dictaduras, por consiguiente, necesita tener como objetivo las más importantes fuentes de poder de los dictadores.

La escalada de la libertad

En combinación con el desafío político, durante la etapa de la resistencia selectiva, el crecimiento de las instituciones autónomas—sociales, económicas, culturales y políticas—expande progresivamente el “espacio democrático” de la sociedad y contrae el control de la dictadura. A medida que las instituciones civiles de la sociedad se fortalecen en relación con la dictadura, entonces, sin importar lo que quieran los dictadores, la población está construyendo de manera creciente una sociedad independiente fuera del control de aquélla. Si la dictadura va a intervenir para frenar este “aumento de la libertad”, cuando lo haga, se puede aplicar la lucha no violenta en defensa de este espacio recientemente ganado, y la dictadura se verá confrontada por otro “frente” más en la lucha.

Con el tiempo, esta combinación de resistencia y construcción de instituciones puede conducir a una libertad de facto. El derrumbamiento de la dictadura y la instauración formal de un sistema democrático se hará innegable, porque se habrán alterado fundamentalmente las relaciones de poder dentro de la sociedad.

La Polonia de los setentas y los ochentas constituye un claro ejemplo de cómo la sociedad rescata progresivamente sus instituciones y funciones por medio de la resistencia. La Iglesia Católica ha sido perseguida, pero jamás puesta bajo el absoluto control comunista. En 1976, ciertos intelectuales y obreros formaron pequeños grupos tales como los KOR (Comités de Defensa de los
Trabajadores) para impulsar sus ideas políticas. La organización del sindicato de Solidaridad, con el poder que tuvo de organizar huelgas muy efectivas, obligó a su legalización en 1980. Campesinos, estudiantes y muchos otros grupos también formaron sus propias organizaciones independientes. Cuando los comunistas se dieron cuenta que estos grupos habían cambiado las realidades del poder,
Solidaridad fue proscrita de nuevo y los comunistas recurrieron al régimen militar.

Inclusive bajo la ley marcial, con numerosos encarcelamientos y recia persecución, las nuevas instituciones independientes de la sociedad continuaron funcionando. Por ejemplo, docenas de periódicos y revistas ilegales siguieron publicándose. Casas editoriales ilegales publicaban anualmente cientos de libros, mientras que los más conocidos escritores polacos boicoteaban las editoriales del gobierno y sus publicaciones. Actividades similares continuaban en otros sectores de la sociedad.

Bajo el régimen militar de Jaruselski el gobierno militar comunista alguna vez fue descrito como rebotando de un extremo a otro en la cresta de la sociedad. Los oficiales todavía ocupaban las oficinas y los edificios del gobierno. El régimen todavía podía golpear a la sociedad con castigos, arrestos, encarcelamientos, la ocupación de las imprentas y acciones por el estilo. Desde ese punto de vista, era sólo cuestión de tiempo el que la sociedad acabara de echar abajo al régimen por completo.

Aun cuando una dictadura esté todavía ocupando posiciones gubernamentales, a veces es posible organizar un “gobierno democrático paralelo”. Éste funcionaría de manera creciente como un gobierno rival, al cual la población y las instituciones de la sociedad le prestarían lealtad, obediencia y cooperación. En consecuencia, a la dictadura se le negarían estas características del gobierno. Eventualmente, el gobierno democrático paralelo podría llegar a reemplazar plenamente al régimen dictatorial como parte de la transición a un sistema democrático. A su debido tiempo entonces, se adoptaría una constitución y se celebrarían elecciones como parte de la transición.

Desintegrando la dictadura

Mientras se lleva a cabo la transformación institucional de la sociedad, el movimiento de desafío y no cooperación puede ir en escalada. Los estrategas de las fuerzas democráticas pueden moverse más allá de la resistencia selectiva y lanzar el desafío masivo. En la mayoría de los casos, hace falta tiempo para crear, construir o extender la capacidad de resistencia, y el desarrollo del desafío masivo podrá ocurrir sólo después de algunos años. Durante este período intermedio se deberá impulsar una campaña de resistencia selectiva con objetivos políticos más importantes cada vez. Se debe involucrar a grandes sectores de la población a todos los niveles de la sociedad.

Dado un desafío político bien definido y disciplinado durante esta escalada de actividades, es muy probable que la debilidad interna de la dictadura se haga cada vez más evidente.

Con el tiempo, la combinación de un desafío político vigoroso y la construcción de instituciones independientes, es posible que atraiga una amplia atención internacional a favor de las fuerzas democráticas. Puede también producir condenas diplomáticas internacionales, boicot y embargos en apoyo a las fuerzas democráticas (como pasó en Polonia).

Los estrategas deben estar conscientes de que en algunas situaciones la caída de la dictadura puede ocurrir extremadamente pronto, como en Alemania del Este en 1989. Esto puede ocurrir cuando las fuentes de poder le son masivamente negadas como resultado de la repulsa de la población entera contra la dictadura.

Este patrón conductual no es frecuente, y es mejor planificar para una lucha a largo plazo (aunque haya que estar preparado por si ocurre un cambio a corto plazo).

Durante el curso de la lucha de liberación, las victorias, aunque sean pequeñas, deben celebrarse. Los que han ganado una victoria deben ser reconocidos. La celebración, acompañada por la vigilancia, también contribuye a mantener la moral en alto, y esto es muy necesario para las futuras etapas de lucha.

Manejando el triunfo responsablemente

Los planificadores de la gran estrategia deben calcular por adelantado los modos posibles y preferibles de cómo una lucha victoriosa puede concluirse de la mejor manera a fin de impedir el surgimiento de una nueva dictadura y de asegurar el establecimiento gradual de un sistema democrático duradero.

Los demócratas deben pensar cómo debe manejarse la transición de una dictadura a un gobierno interino al final de la contienda.

Lo deseable en ese momento es establecer cuanto antes un nuevo gobierno que funcione. No obstante, no debe ser simplemente el viejo gobierno con un personal nuevo. Hace falta calcular qué sectores de la vieja estructura gubernamental (tales como la policía) tienen que ser abolidos completamente, por su intrínseco carácter antidemocrático, y qué sectores que se conserven han de ser sometidos más adelante a un esfuerzo democratizador. Un total vacío de poder podría abrirle paso al caos y a una nueva dictadura.

Con antelación se debe determinar cuál habrá de ser la política a seguir con los altos funcionarios de la dictadura cuando se desintegre su poder. Por ejemplo: ¿se va a presentar al dictador ante un tribunal?

¿Se les permitirá a él y los suyos abandonar el país permanentemente?

¿Qué otras opciones habrá consistentes con el desafío político, la necesidad de reconstruir el país y de establecer una democracia después de la victoria? Se debe evitar a toda costa un baño de sangre que podría tener consecuencias drásticas sobre la posibilidad de un sistema democrático futuro.

Deberá haber planes específicos para la transición a la democracia que deberán ser aplicados cuando la dictadura esté debilitándose o se derrumbe. Estos planes ayudarán a impedir que otro grupo capture el poder mediante un golpe de estado. También se requerirán planes para la institución de un gobierno constitucional democrático, con plenas libertades políticas y personales. No deben dejarse perder los cambios ganados a un precio tan alto por falta de planificación.

Cuando los dictadores tengan que enfrentarse a una población cuyo poder cada vez es mayor y al crecimiento de grupos democráticos e instituciones independientes—a ninguno de los cuales podrá ya controlar la dictadura—los dictadores se encontrarán con que su poder se está desbaratando. Los cierres masivos de la sociedad, las huelgas generales, las quedadas-en-casa masivas, las marchas desafiantes u otras actividades socavarán cada vez más la propia organización de los dictadores y la de las instituciones relacionadas con ellos. Como una consecuencia de tal desafío y no cooperación ejecutados inteligentemente y con participación masiva todo el tiempo, los dictadores se quedarán sin poder y los defensores de la democracia habrán triunfado sin violencia. La dictadura se habrá desmoronado ante la población desafiante.

No todos los esfuerzos en ese sentido triunfarán, y en especial, nunca lo harán fácilmente, y sólo rara vez pronto. Debemos recordar que tantas son las guerras militares ganadas como las perdidas. Sin embargo, el desafío político ofrece una verdadera posibilidad de victoria. Como apuntamos anteriormente, esa posibilidad puede ser enormemente fortalecida por medio del desarrollo de una gran estrategia, un arduo trabajo y una lucha tanto valiente como disciplinada.

Diez
Trabajo Preliminar para una Democracia Duradera
La desintegración de la dictadura es, por supuesto, causa de gran celebración. La gente que por tanto tiempo ha sufrido y que ha pagado un precio tan alto, merece un tiempo de gozo, relajamiento y reconocimiento. Debe sentirse orgullosa de sí misma y de todos los que con ella lucharon para ganar la libertad política. No todos habrán vivido para celebrar este día. Vivos y muertos serán recordados como héroes que ayudaron a moldear la historia de la libertad en su país.

Desafortunadamente, esta no es una oportunidad para reducir la vigilancia. Aún en caso de que la dictadura hubiese sido desintegrada exitosamente por medio del desafío político, se deben tomar muchas precauciones para impedir que surja un nuevo régimen opresivo durante la confusión que acompaña el derrumbamiento del viejo. Los dirigentes de las fuerzas pro-democráticas deben tener preparada por adelantado una transición ordenada hacia la democracia. Es necesario establecer las bases constitucionales y legales así como las normas de comportamiento de una democracia duradera.

Nadie debe creer que con la caída de la dictadura inmediatamente va a aparecer una sociedad ideal. La desintegración de la dictadura simplemente facilita el punto de partida, en condiciones de una libertad revalorada, para realizar esfuerzos a largo plazo por mejorar la sociedad y responder más adecuadamente a las necesidades humanas. Los serios problemas políticos, económicos y sociales seguirán durante años, y hará falta la cooperación de muchas personas y grupos para buscarles solución. El nuevo sistema político debe dar una oportunidad para que las personas con puntos de vista diferentes y medidas que lo favorezcan continúen el trabajo constructivo y el desarrollo de las políticas orientadas a encarar los problemas del futuro.


Amenazas de una nueva dictadura

Aristóteles advirtió hace tiempo “...que la tiranía puede cambiar y convertirse en tiranía...”14

14Aristóteles, The Politics (Política), libro V, cap. 12, p. 233.

La historia nos da muchos ejemplos, en Francia (los jacobinos y Napoleón), en Rusia (los bolcheviques), en Irán (el Ayatollah), en Birmania (SLORC), y en otras partes en que algunas personas o grupos consideraron el derrumbamiento de un régimen opresivo meramente como la oportunidad de convertirse en los nuevos amos. Sus motivos podrán variar, pero los resultados son a menudo muy similares. La nueva dictadura puede ser aún más cruel que la anterior y ejercer un control más asfixiante.

Aún antes del desplome de la dictadura, miembros del pasado régimen pueden intentar acortar el proceso de la lucha desafiante por la democracia dando un golpe de estado a fin de escamotear la victoria que lograría la resistencia popular. Pueden proclamar que han expulsado a la dictadura, pero de hecho buscan sólo imponer un modelo más o menos renovado de la anterior.

Cerrándoles el paso a los golpes de estado

Hay maneras de derrotar los golpes de estado que se intenten contra una sociedad recientemente liberada. A veces basta un conocimiento previo de esa capacidad de defenderse para impedir el intento. La preparación intelectual puede prevenirlos.15

15Ver Gene Sharp, The Anti-Coup (El Antigolpe), (Boston, MA: The Albert Einstein Institution, 2003).

Apenas el golpe haya sido puesto en marcha, los putschistas necesitan legitimarse, o sea, que se acepte que tienen derecho político y moral de gobernar. Por lo tanto, el primer principio básico que hay que esgrimir para defenderse contra el golpe es negarles la legitimidad a los putschistas.

Los putschistas también necesitan que los líderes civiles y la población los apoye, que estén confundidos o que sencillamente se mantengan pasivos. Los putschistas requieren la colaboración de especialistas y consejeros, burócratas y funcionarios gubernamentales, administradores y jueces, a fin de consolidar su poder sobre la sociedad afectada. También requieren que la multitud de personas que manejan el sistema político, las instituciones sociales, la economía, la policía y las fuerzas militares se les sometan pasivamente y lleven a cabo sus funciones habituales tal como las hayan modificado las órdenes y políticas de los putschistas.

El segundo principio de la defensa contra el golpe de estado es el de resistir a los putschistas por medio de la no cooperación y el desafío político. Debe negárseles la cooperación y asistencia que necesitan.

Esencialmente, los mismos medios de lucha que se usaron contra la dictadura se pueden emplear ante la nueva amenaza, siempre que se apliquen inmediatamente. Si se les niega tanto la legitimidad como la cooperación, el golpe puede morir de inanición política, y se habrá restaurado la oportunidad de construir una democracia.

Redactando una constitución

El nuevo sistema democrático va a requerir una constitución que establezca la estructura deseada del gobierno democrático. La constitución deberá fijar los propósitos del gobierno, limitar los poderes gubernamentales, establecer los procedimientos y las fechas de las elecciones mediante las cuales se eligirá a los funcionarios del gobierno y los legisladores, los derechos inherentes del pueblo, y las relaciones del gobierno nacional con los niveles inferiores de la estructura política.

Dentro del gobierno central, si éste ha de seguir siendo democrático, debe establecerse una clara separación de la autoridad entre las ramas legislativa, ejecutiva y judicial. Se deben incluir fuertes restricciones a las actividades de la policía, los servicios de inteligencia y las fuerzas armadas prohibiéndoles cualquier interferencia política legal.

Para conservar el sistema democrático e impedir medidas y tendencias dictatoriales, la constitución debe ser preferentemente una que establezca un sistema federal con prerrogativas importantes para los gobiernos a nivel regional, estatal y local. En algunos casos, se puede considerar la imitación del sistema suizo de cantones en el que áreas relativamente pequeñas retienen prerrogativas importantes sin dejar por eso de ser parte integral del país.

Si una constitución con muchos de estos rasgos hubiera existido antes en la historia del país recién liberado, sería deseable reimplantarla modificándola apenas en lo que fuere necesario y deseable. Si no existiera una constitución más antigua con los requerimientos del caso, quizá se podría trabajar con una constitución interina. Si no, habría que escribir una nueva constitución. Preparar una nueva constitución llevará tiempo y esfuerzo. Es deseable la participación popular en este proceso y se hace necesaria para la ratificación de un nuevo texto o de sus enmiendas. Se ha de ser muy cauto al incluir en la constitución promesas que luego se demuestre que es imposible cumplir, o estipulaciones que requieran un gobierno altamente centralizado, porque en ambos casos podría facilitarse una nueva dictadura.

La redacción de la constitución debe ser fácilmente comprendida por toda la población. No debe ser tan compleja ni tan ambigua como para que sólo los abogados u otras élites puedan decir que la comprenden.

Una política democrática de defensa

El país liberado puede tener que enfrentarse a una amenaza extranjera, para lo cual se necesitaría una capacidad defensiva. El país puede también verse amenazado por un intento de imponerle una dominación militar, política o económica desde el extranjero.

A fin de mantener una democracia interna, habría que considerar seriamente si han de aplicarse los principios básicos del desafío político a las necesidades de la defensa nacional16.

16Ver Gene Sharp, Civilian-Based Defense: A Post-Military Weapons System (“La Defensa con Base Civil: Un Sistema de Armas Post-Militares”), (Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1990).

Al situar la capacidad de resistencia directamente en manos de la ciudadanía, los países recientemente liberados pueden evitar la necesidad de establecer una fuerte capacidad militar que podría, por su parte, amenazar la democracia y demandar vastos recursos económicos que mucho se necesitan para otros propósitos.

Debemos recordar que algunos grupos van a ignorar cualquier disposición constitucional en su afán de establecerse como nuevos dictadores. Por consiguiente, la población necesita asumir la tarea permanente de aplicar el desafío político y la no cooperación contra cualquier dictador en potencia y de preservar las estructuras, los derechos y los procedimientos democráticos.

Una responsabilidad meritoria
Los efectos de la lucha no violenta son no solamente debilitar y quitar al dictador sino también dotar de poder al oprimido. Esta técnica habilita a las personas que previamente sentían que no servían más que como víctimas para ejercer directamente el poder para lograr por su propio esfuerzo una mayor libertad y justicia. Esta experiencia de lucha tiene consecuencias sicológicas importantes que contribuyen a aumentar la autoestima y la confianza en sí mismos entre los que antes carecían de todo poder.

Una consecuencia beneficiosa a largo plazo del empleo de la lucha no violenta a fin de establecer un gobierno democrático, es que la sociedad estará más apta para manejar los problemas recurrentes y futuros. Aquí podrían incluirse los futuros abusos del gobierno y la corrupción, los maltratos a algún grupo, la injusticia económica y las limitaciones en la calidad democrática del sistema político. La población, experimentada en el uso del desafío político, probablemente será menos vulnerable a la acción de una dictadura en el futuro.

Después de la liberación, el haberse familiarizado con la lucha no violenta va a sugerir maneras de defender la democracia, las libertades civiles, los derechos de las minorías y las prerrogativas de los gobiernos regionales, estatales o locales así como de las instituciones no gubernamentales. Tales medios también harán posible que personas o grupos expresen pacíficamente su disentimiento extremo sobre asuntos que los grupos de oposición perciben ser tan importantes que a veces los han llevado al terrorismo o a la guerra de guerrillas.

Los pensamientos expresados en este examen del desafío político o la lucha no violenta tienen como fin tratar de ayudar a todas las personas y grupos que buscan liberar a sus pueblos de la opresión dictatorial y establecer un sistema democrático duradero que respete las libertades humanas y la acción popular para mejorar la sociedad.

Tres conclusiones principales se derivan de las ideas bosquejadas aquí:

• Es posible liberarse de las dictaduras;

• Una reflexión cuidadosa y una planificación estratégica muy meticulosa son indispensables para lograr la liberación; y

• Se necesitará vigilancia, mucho trabajo arduo y una lucha disciplinada a veces a un precio muy alto.

Es cierta la multicitada frase: “La libertad no es gratis”. Ninguna fuerza externa vendrá a darle al pueblo oprimido la libertad que tanto anhela. La gente tendrá que aprender cómo conseguir esa libertad por sí misma. No será fácil.

Si la gente puede darse cuenta de lo que necesita para su liberación, podrá trazarse líneas de acción que, después de muchos trabajos, han de traerle su libertad. Entonces con ahínco podrá construir un nuevo orden democrático y prepararse para defenderlo.

La libertad que se gana por medio de una lucha de este tipo puede ser duradera y ser mantenida por un pueblo tenaz comprometido a conservarla y enriquecerla.

Apéndice
Los Métodos de la Acción No violenta17
17Esta lista, con definiciones y ejemplos históricos, está tomada de Gene Sharp, The Politics of Nonviolent Action, Part Two, The Methods of Nonviolent Action (La Política de la Acción Noviolenta, Parte Dos, Los Métodos de la Acción Noviolenta).

MÉTODOS DE PROTESTA y PERSUASIÓN NO VIOLENTAS

Declaraciones formales
1. Discursos públicos
2. Cartas de oposición o de apoyo
3. Declaraciones de organizaciones e instituciones
4. Declaraciones públicas firmadas
5. Declaraciones de acusación e intención
6. Peticiones de grupo o masivas

Comunicaciones con un público más amplio
7. Lemas, caricaturas y símbolos
8. Banderas, carteles y pancartas
9. Volantes, folletos y libros
10. Periódicos y otras publicaciones
11. Discos, radio y televisión
12. Escritura en el cielo y en la tierra

Representaciones de grupo
13. Diputaciones
14. Premiaciones burlescas
15. Cabildeo de grupo
16. Piqueteo
17. Elecciones burlescas

Actos públicos simbólicos
18. Despliegue de banderas y colores simbólicos
19. Usar símbolos en el vestido/vestir atuendos simbólicos
20. Oración y culto
21. Entrega de objetos simbólicos
22. Desvestirse en público
23. Destrucción de las propias pertenencias
24. Luces simbólicas
25. Exposición de retratos
26. Pintura como protesta
27. Nuevos letreros y nombres
28. Sonidos simbólicos
29. Reclamaciones simbólicas
30. Gestos groseros

Presión sobre los individuos
31. Acoso a funcionarios
32. Mofa de funcionarios
33. Fraternización
34. Vigilias

Drama y música
35. Sátira y burlas
36. Interpretaciones teatrales y musicales
37. Canto

Procesiones
38. Marchas
39. Desfiles
40. Procesiones religiosas
41. Peregrinaciones
42. Desfile de vehículos

Tributo a los muertos
43. Duelo político
44. Funerales burlescos
45. Funerales-Manifestaciones
46. Homenajes en tumbas/cementerios

Asambleas públicas
47. Asambleas de protesta o de apoyo
48. Mítines de protesta
49. Mítines de protesta encubiertos
50. Tomar un lugar usándolo para enseñar

Separación y renuncia
51. Abandonar un lugar (irse caminando)
52. Guardar silencio
53. Renunciar a un premio
54. Volver la espalda

MÉTODOS DE NO COOPERACIÓN SOCIAL

Ostracismo de personas
55. Boicot social
56. Boicot social selectivo
57. No acción a lo Lisistrata
58. Excomunión
59. Interdicto

La no cooperación en eventos sociales, costumbres e instituciones
60. Suspensión de actividades sociales o deportivas
61. Boicot a eventos sociales
62. Huelga estudiantil
63. Desobediencia social
64. Retirarse de instituciones sociales

Retirarse del sistema social
65. Quedarse en casa
66. No cooperación personal (completa)
67. Abandono por parte de los trabajadores
68. Santuario
69. Desaparición colectiva
70. Protesta de emigración (hijrat)

METODOS DE NOCOOPERACIÓN ECONÓMICA (1) BOICOT ECONÓMICO

Acción de los consumidores
71. Boicot por consumidores
72. No consumo de bienes boicoteados
73. Política de austeridad
74. Retención de alquileres
75. Negarse a pagar el alquiler
76. Boicot nacional de consumidores
77. Boicot internacional de consumidores

Acción de trabajadores y productores
78. Boicot de trabajadores
79. Boicot de productores

Acción de intermediarios
80. Boicot de suministradores y de los que trasiegan con esos bienes

Acción de dueños y administradores
81. Boicot de comerciantes
82. Negarse a dejar o a vender su propiedad
83. Cierre patronal (Lockout)
84. Negarse a recibir ayuda industrial
85. “Huelga general” de comerciantes

Acción de dueños de recursos financieros
86. Retirar depósitos del banco
87. Negarse a pagar estipendios, deudas y asignaciones
88. Negarse a pagar deudas o intereses
89. Recortar fondos y créditos
90. Negarse a pagar impuestos
91. Negarse a aceptar dinero del gobierno

Acción por parte de los gobiernos
92. Embargo doméstico
93. Lista negra de comerciantes
94. Embargo de vendedores internacionales
95. Embargo de compradores
96. Embargo del comercio internacional

MÉTODOS DE NO COOPERACIÓN ECONÓMICA (2) LA HUELGA

Huelgas simbólicas
97. Huelga de protesta
98. Abandono rápido del trabajo (huelga relámpago)

Huelga agrícola
99. Huelga de campesinos
100. Huelga de trabajadores agrícolas

Huelga de grupos especiales
101. Huelga de jornaleros reclutados
102. Huelga de presos
103. Huelga de artesanos
104. Huelga de profesionistas

Huelgas industriales ordinarias
105. Huelga de un establecimiento
106. Huelga de la industria
107. Huelga de solidaridad

Huelgas restringidas
108. Huelga de algunos de los obreros a un tiempo
109. Huelga de trabajadores en una sola planta por tiempo definido
110. Huelga de manos caídas
111. Huelga de estricto apego al reglamento
112. Reportarse “enfermo”
113. Huelga por renuncia
114. Huelga limitada
115. Huelga selectiva

Huelgas de varias industrias
116. Huelga generalizada
117. Huelga general

Combinación de huelga con cierre económico
118. Hartal (paro colectivo)
119. Cierre económico

MÉTODOS DE NOCOOPERACIÓN POLITICA

Rechazo de la autoridad
120. Negar o retirar la obediencia
121. Negarse a dar apoyo público
122. Literatura y discursos que aboguen por la resistencia

No cooperación de los ciudadanos con el gobierno
123. Boicot de los cuerpos legislativos
124. Boicot de elecciones
125. Boicot de funcionarios y empleados del gobierno
126. Boicot de los departamentos, agencias y otras oficinas del gobierno
127. Retirarse de las instituciones educativas de gobierno
128. Boicot de las organizaciones dependientes del gobierno
129. Negarse a ayudar a los agentes de coacción del gobierno
130. Quitar señales y marcadores de su lugar
131. Negarse a aceptar a los funcionarios designados
132. Negarse a disolver instituciones existentes

Alternativas a la obediencia de parte de los ciudadanos
133. Cumplimiento lento y de mala gana
134. No obediencia cuando no hay una supervisión directa
135. No obediencia popular
136. Desobediencia encubierta
137. En una asamblea o en un mitin, negarse a dispersarse
138. Ocupar un lugar sentándose
139. No cooperación con el reclutamiento o la deportación
140. Esconderse, escaparse, usar identificaciones falsas
141. Desobediencia civil a leyes “ilegítimas”

Acción del personal del gobierno
142. Negarse selectivamente a ser asistido por auxiliares gubernamentales
143. Bloqueo de las líneas de mando o de información
144. Buscar evasivas y obstruir
145. No cooperación administrativa general
146. No cooperación judicial
147. Ineficiencia deliberada y no cooperación selectiva por parte de los agentes de coacción
148. Amotinamiento

Acción gubernamental nacional
149. Evasiones y demoras casi legales
150. No cooperación por parte de unidades gubernamentales constitutivas

Acción gubernamental internacional
151. Cambios en la representación diplomática y otros
152. Demora y cancelación de eventos diplomáticos
153. Retención del reconocimiento diplomático
154. Romper las relaciones diplomáticas
155. Retirarse de las organizaciones internacionales
156. Negarse a pertenecer a organizaciones internacionales
157. Expulsión de organizaciones internacionales

MÉTODOS DE INTERVENCIÓN NO VIOLENTA

Intervención sicológica
158. Quedarse a la intemperie
159. Ayunar
a) Ayunar para presionar moralmente
b) Huelga de hambre
c) Ayuno de satiagraha
160. Juicio al revés
161. Acoso no violento

Intervención física
162. Entrar y sentarse
163. Entrar y quedarse de pie
164. Entrar montado
165. Meterse a tropel
166. Meterse golpeando o empujando
167. Entrar rezando
168. Incursión no violenta
169. Incursión aérea no violenta
170. Invasión no violenta
171. Inserción o intervención no violenta
172. Obstrucción no violenta
173. Ocupación no violenta

Intervención social
174. Establecer nuevos patrones sociales
175. Sobrecargar las instalaciones
176. Tardarse a propósito para completar un trámite
177. Entrar y hablar
178. Teatro de guerrilla
179. Instituciones sociales alternativas
180. Sistema alternativo de comunicaciones

Intervención económica
181. Huelga al revés
182. Huelga de quedarse en el sitio
183. Ocupación no violenta de tierras
184. Desafiar cercas, rejas, etc.
185. Falsificación políticamente motivada
186. Operación comercial excluyente
187. Apropiación de fondos
188. Provocar una baja o caída económica
189. Auspicio selectivo
190. Mercado alternativo
191. Sistema alternativo de transporte
192. Instituciones económicas alternativas

Intervención política
193. Sobrecargar el sistema administrativo
194. Revelar la identidad de los agentes secretos
195. Buscar el encarcelamiento
196. Desobediencia civil de las leyes “neutrales”
197. Seguir en el trabajo pero sin colaborar
198. Soberanía dual y gobierno paralelo

Unas Palabras acerca de Traducciones y Reimpresiones de esta Publicación
Para facilitar su difusión, esta publicación se ha hecho del dominio público. Esto significa que cualquier persona puede reproducirla y difundirla.

Sin embargo, el autor solicita que si el texto se reproduce, se mantenga integro, sin quitarle ni ponerle vvnada.

El autor les ruega a las personas que piensan reproducir este documento que se lo hagan saber. Pueden comunicarse por medio de la Institución Albert Einstein cuya dirección aparece en el párrafo siguiente.

El autor pide que si este documento se va a traducir, se traduzca de la versión original en inglés y no de la traducción al español. Esto es muy importante para preservar el sentido e intenciones originales del texto. Se pueden solicitar versiones de este texto en inglés a:

The Albert Einstein Institution
36 Cottage Street
East Boston, MA 02128, USA
Tel: USA+617-247-4882
Fax: USA+617-247-4035
E-mail: einstein@igc.org

También se pueden imprimir de nuestra página web cuya dirección es:

www.aeinstein.org